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José Antonio Martínez-Abarca

Rodríguez deja la risa por una noche

La Ceja Providencial se ha presentado a los electores televidentes queriendo que le perdonemos por no tener ninguna receta, por ofrecer las mismas respuestas a la crisis que cualquiera que no cobre de ser presidente.

A mí no me importa para nada tener un presidente de Gobierno apesadumbrado por la crisis, que "sienta cada parado como propio". ¿Nos está haciendo la caridad cristiana, a estas alturas? En realidad, me da igual que se ría como acostumbra o que no. Y, a efectos económicos, también da exactamente lo mismo que se muestre divertido o ponga un poquito de cara en sus inabarcables ojeras, que cuando se trata de dar malas noticias Rodríguez Zapatero hace como la Angelica Huston de El honor de los Prizzi, echando mano del "eyeliner" para emborronarse un poco y hacerse la insomne y la sufridora. Quiero decir, el insomne y el sufridor.

No, la economía no "es un estado de ánimo", como dice Rodríguez. Es dinero. Pero también es saber hacia dónde se va y qué hay que hacer para ganar ese dinero y salir de la crisis. La economía no es el estado de ánimo de nadie y menos de Rodríguez, según cómo le aconsejen esa noche los asesores que se ponga las ojeras o la bola roja en la nariz. Los presidentes de Gobierno no tienen estado de ánimo, como las reinas no tienen piernas, y los electores lo que quieren de sus presidentes son respuestas. ¿O en España no? Pues va a ser que no.

La Ceja Providencial se ha presentado a los electores televidentes queriendo que le perdonemos por no tener ninguna receta, por ofrecer las mismas respuestas a la crisis que cualquiera que no cobre de ser presidente y hasta por reírse e ir a reírse aun más todavía en cuanto se quite el "eyeliner" emborronado de ocasión. Y no creo que se equivoque. Quiere que nos subamos el sueldo con su presunta solidaridad hacia cada nuevo cliente del "Inem". Que comamos con sopas de aire tropezadas de buenos sentimientos. Lo asombroso es que en España la gente de ahora en efecto coma de eso, aire y buenos sentimientos, sustituyendo el "ajo y las preocupaciones religiosas" que señalaba Camba. ¿No decían que el político triunfador debe siempre presentarse ante la opinión pública haciendo como que sabe algo que los demás no saben para solucionar los problemas? ¿No fue el mismo Zapatero el de aquello de "confiad en mí" con lo de ETA? Eran otros tiempos.

Ni siquiera se molesta ya en simular que tenía una varita de hada madrina, porque ya no le hace falta que creamos en varita ninguna: en España la gente se ha enternecido con que al menos por una noche Zapatero se haya dejado de despiporrar de risa. ¡Es humano y sufre como los demás! Con eso tenemos para ir tirando otros cuatro añitos con estos gobernantes, a contar dentro de tres.

En España

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