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José Bastida

Un valiente en la corte del rey Arturo

Lleva años 'autodesterrado' de su 'matria' porque en la corte del rey Arturo Mas la vida para los hombres libres se ha hecho insoportable.

Lleva años 'autodesterrado' de su 'matria' porque en la corte del rey Arturo Mas la vida para los hombres libres se ha hecho insoportable.

Diarios de un francotirador es el título del último libro de Albert Boadella, un director teatral y bufón (como le gusta que le llamen) que refleja la tragicomedia de la España contemporánea y, por ende, de Cataluña.

Boadella, un valiente catalán, lleva varios años autodesterrado de su matria porque en la corte del rey Arturo Mas la vida para los hombres libres de ataduras patrióticas, comuniones tribales y entredichos lingüísticos se ha hecho insoportable, irrespirable... Sólo él y la gente de su generación, salida del franquismo como soñadores, apasionados y libérrimos, puede entender esa angustia que se sufre cuando el entorno vital empieza poco a poco a volverse sectario, asfixiante y lleno de consignas identitarias. Y esta delirante situación la sufre Cataluña desde hace 35 años por culpa de una casta política que, usando la educación como arma de control ideológico, desmanteló la sociedad civil para erigirse en dueña y señora de una comunidad que fue un referente cultural en los años sesenta y setenta del pasado siglo.

Las nuevas corrientes musicales, artísticas, literarias y filosóficas, así como los modos de vida alternativos al nacionalcatolicismo que inundaban España durante aquellas décadas, provenían de Barcelona. La rumba catalana (Gato Pérez), el jazz, Jaume Sisa, los novelistas latinoamericanos (Cortázar, García Márquez), los teatreros de Els Joglars (Boadella) o Comediants son algunos ejemplos, a vuelapluma, de la efervescencia cultural de una ciudad y un país abierto y vanguardista. Barcelona era la capital de España, incluso de Latinoamérica. Y ahora de todo aquello, tan rico y brillante, no queda nada.

Barcelona se ha convertido, por obra y gracia del pujolismo, en un erial, del que escaparon Boadella y otros muchos que quieren vivir en libertad y sin miedo a que los linchen, porque en Cataluña la vida se ha convertido en una monotonía nacionalinquisidora donde, si eres un disidente de esa realidad soviética, pueden meterte una multa de 60.000 euros por rotular tu negocio en español, o dispararte un tiro en la rodilla. Así de fuerte se las gastan en ese condado que reclama dinero a espuertas por la deuda histórica, como si las demás regiones no tuviesen historia, mientras su deuda económica está calificada como bono basura.

Esta es la tragicomedia de un país que es ahora noticia porque un chivato denuncia a miles de ciudadanos por no rotular en catalán. ¿Cabe mayor indignidad para una tierra? Es tiempo de valientes, como Boadella, que no se ha plegado en ningún momento a tanta irracionalidad y delirio inquisidor.

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