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José Benarroch

Cuando los cohetes caen...

Pero, en todo caso, cualesquiera que sean las razones para esa actitud tan asimétrica por parte de la izquierda europea, en Israel se recuerda la frase de Golda Meir: "mas vale ser impopular y vivo que popular y muerto".

En una sátira política israelí se ve a Ariel Sharon que despierta de su coma contando la pesadilla que tuvo: soñó que Hezbolá entro en plena luz del día a Israel desde el Líbano y raptaba a dos soldados, matando a otros cuatro. La pesadilla fue la reacción mundial cuando Israel contraatacó, como si la defensa de Israel fuera la agresión que causo el conflicto.

Sátira o no, pensé que esta vez las musas no debían callar cuando los cohetes caen. Y mas cuando me llamaron de COPE para preguntarme "si pensaba que la izquierda europea, y la española en particular era o no antisemita". Les dije que la respuesta depende de la definición que se dé al termino. Para los ingleses, por ejemplo, antisemita es todo aquel "que odia exageradamente a los judíos" y eso, evidentemente, presupone una medida subjetiva (¿qué es "odio exagerado?) difícil de juzgar objetivamente.

Pero en todo caso, les dije, lo que sí parece extraño es el completo desequilibrio con que se juzga a dos partes beligerantes. Una es un país civilizado, democrático, que ha dado y da al mundo una contribución desproporcionada a su tamaño en términos científicos, culturales, médicos, agrícolas, literarios, académicos, etc. La otra es una banda terrorista que mata, secuestra, roba y atemoriza poblaciones enteras, miembro de esa Internacional Terrorista que es la plaga de nuestros tiempos.

Pero pareciera que para parte de la opinión publica internacional, y muy especialmente en Europa, los roles se han invertido. Jefes de Gobierno se ponen kefias como muestra de solidaridad con organizaciones que hacen frente a "reacciones desmedidas", hay manifestaciones en las calles en favor de los pobres refugiados del Líbano, etc. Cómo debemos sentirnos en Israel cuando más de 700.000 refugiados que huyen de cientos de cohetes que caen sobre sus casas, sus familias y sus negocios no son apenas mencionados y mucho menos apreciados como merecedores de solidaridad. ¿Qué decir a nuestros hijos que nos preguntan por qué la esclarecida opinión publica calla cuando se disparan cohetes día y noche contra ciudades y sus poblaciones civiles (cada uno de ellos comparable a un ataque terrorista) pero se escandalizan cuando sus fuerzas armadas reaccionan contra ese terrorismo para intentar neutralizarlo? ¿Por qué no se ven fotos de las victimas y heridos en Israel, por qué los soldados de Hezbolá no aparecen por ninguna parte, ni los disparos de cohetes desde colegios, pueblos, mezquitas, hospitales, etc., hechos con el fin de darles una inmunidad ante contraataques que no siempre es efectiva?

Cuando recibamos respuestas convincentes a esas preguntas podremos saber si la parcialidad de esa opinión publica se debe a un prisma erróneo causado por una falta de información y de comprensión o, posiblemente, a un cierto grado de "odio exagerado" hacia el estado judío y sus ciudadanos.

Pero, en todo caso, cualesquiera que sean las razones para esa actitud tan asimétrica por parte de la izquierda europea, en Israel se recuerda la frase de Golda Meir: "mas vale ser impopular y vivo que popular y muerto". Y por ello hay consenso de que no tenemos otra alternativa sino hacer todo lo posible para que los cohetes no sigan cayendo sobre Israel.

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