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José Carlos Rodríguez

Adiós a la era Obama

Obama no ha impuesto su propio ciclo político y la historia de los Estados Unidos tiene ya, desde este martes, otros actores.

Quizás sea pronto para plantearse un "¿y ahora qué?", cuando los resultados de las últimas elecciones en los Estados Unidos están aún en ebullición. Pero es la cuestión del momento. ¿Cuál es el significado de esta victoria republicana, y cuáles sus consecuencias?

En primer lugar, ¿qué estaba en juego en estas elecciones? La presidencia de Barack Obama. El demócrata llegó a la Casa Blanca con el lema "El cambio que necesitamos", y prometió "cambiar de forma fundamental los Estados Unidos de América". Como el Yes, we can, esa promesa tenía una formulación vaga, pero un sentido muy preciso: acabar con la excepcionalidad de aquel país, integrarlo en el consenso socialdemócrata y asentar, de paso, un ciclo electoral favorable a los demócratas que durase varias décadas. Sus referencias son dos presidentes republicanos y uno demócrata: Abraham Lincoln, Franklin D. Roosevelt y Ronald Reagan. Los tres cambiaron los términos del debate político a favor de sus propios partidos por muchos años.

Las elecciones de 2012 refrendaron a Barack Obama, pero la situación ha cambiado sólo dos años más tarde. Los instrumentos que había elegido para lograr ese cambio fundamental eran principalmente dos: Obamacare y la reforma migratoria. Los cambios en el sistema sanitario que llevan su nombre no han respondido a sus ambiciones. Y el senador Ted Cruz, uno de los líderes republicanos en el Senado, ya ha hecho un llamamiento a revertir la reforma sanitaria. Si finalmente ocurre, Obama vetará esa ley del Senado, pero será la constatación de un enorme fracaso.

La reforma migratoria ha sido la gran cuestión de estas elecciones. Hay millones de inmigrantes ilegales pendientes de ser deportados. La frontera con un país mucho más pobre, como es Méjico, es más permeable que lo que desean los ciudadanos y las instituciones estadounidenses. Hay un debate entre el realismo de los hechos consumados y el deseo de que los inmigrantes se integren en la sociedad americana sin cambiarla. Pero hay otra cuestión de fondo: los hombres blancos votan republicano en una proporción que supera el 70 por ciento. Las mujeres blancas también votan republicano. Y las minorías, en general, optan por los demócratas. Entre ellas, la minoría hispana, que supera ya a la población negra, y que sigue creciendo. Cuanto mayor sea el peso de esas minorías, mayor será también la fuerza electoral de los demócratas. La Cámara de Representantes ha frenado esa reforma, y con el Senado también en manos republicanas esa cuestión queda por el momento aplazada.

Las elecciones han llegado en el momento de menos popularidad del presidente. Los candidatos demócratas no han querido retratarse con Obama en la campaña. Sólo un candidato por Michigan ha accedido a hacer campaña con el presidente, y tenía una importante ventaja en las encuestas. Las encuestas a pie de urna muestran que casi el 60 por ciento de los votantes están descontentos con el presidente. Parte de ese descontento procede de sus propios votantes, que ven cómo Obama ha sido incapaz de sacar adelante sus reformas, y en consecuencia ha decidido quedarse en casa antes que votar, o hacerlo incluso por los republicanos. Es el caso de los hispanos y de los jóvenes (millennials).

La victoria de los republicanos ha sido más amplia de lo esperado. El resultado en el Senado ha sido muy bueno, pero tenemos que compararlo con el ciclo anterior. Para eso nos tenemos que remontar seis años, hasta 2008; entonces se produjo una gran victoria demócrata, que era muy difícil de repetir en 2014. El anterior ciclo de la Cámara de Representantes es de hace dos años, pues se renueva bienalmente, y 2012 también fue una importante victoria demócrata. Y el ciclo anterior en las elecciones estatales es de hace cuatro años, 2010, cuando el Tea Party demostró su capacidad de convocatoria.

Incluso desde esta perspectiva, el resultado es muy notable. A los republicanos les cuesta controlar el Senado, y lo han logrado por 52 (+7) a 45 (-7). Por lo que se refiere a la Casa de Representantes, han logrado la mayoría más abultada desde 1949. Por lo que se refiere a las elecciones en los estados, contra todo pronóstico han ampliado su poder, al sumar tres nuevos. En la historia de los Estados Unidos, el resultado más favorable a los republicanos en el control de las legislaturas de los Estados fue de 30. A esta hora tienen el control de 31.

A partir de aquí, ¿se moderará el presidente Obama? La web Politico ha publicado un informado artículo señalando que no será así. Uno de los problemas que ha tenido el presidente es que no ha sabido trabajar con un Congreso que no es enteramente favorable. Y ha salvado esa dificultad que impone la democracia con decretos, órdenes ejecutivas, como se llaman en el argot político de allí. Obama tiene el problema de que el Tea Party es refractario al compromiso, lo cual le resta capacidad de maniobra; pero no ha sabido utilizar la que tenía. Con el Senado en manos republicanas, sus perspectivas como presidente son muy malas.

¿Qué hará el Congreso dominado por los republicanos? Las bases más activas del partido son conservadoras, y Rand Paul y Ted Cruz, dos hombres que esperan liderar el GOP en la lucha por la presidencia en 2016, impulsarán que el Senado deshaga lo alentado por Obama, incluyendo su reforma sanitaria. E intentarán rebajar el gasto lo suficiente como para hacer lo mismo con los impuestos y el déficit.

Es una situación análoga a la de 2010, que les condujo al desastre electoral en 2012, y a la del Contrato con América de 1994, que les condujo al desastre electoral en 1996. Pueden contribuir a imponer sus políticas, deben hacerlo, pues ese es el mandato de sus electores, pero tendrán que buscar el modo de convertir eso en un activo político, no en munición para el Partido Demócrata. No está demostrado que sepan cómo hacerlo. McConnell, líder de los republicanos en el Senado y un hombre de carácter práctico, no tan conservador como Paul o Cruz, ya ha desvelado que tiene un plan para desmantelar Obamacare pieza por pieza, como quien desarma un mecano. Si será eficaz o no desde el punto de vista político, eso está por ver.

En cualquier caso, y este es el sentido último de estas elecciones, la era Obama ha llegado a su fin. No sabemos cómo se desarrollarán los acontecimientos en estos dos años de Congreso republicano. No sabemos qué dos líderes se enfrentarán en 2016 y qué política impulsarán desde enero de 2017 en la Casa Blanca. Lo que sí sabemos es que Obama no ha impuesto su propio ciclo político y que la historia de los Estados Unidos tiene ya, desde este martes, otros actores.

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