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José Carlos Rodríguez

Dos amantes de la libertad

Devolverle al ciudadano el control sobre su vida no es inocente. El sistema de pensiones privadas y el resto de reformas liberales en Chile crearon una clase media inquieta

Sestri Levante es una bella localidad del Livorno, que culmina en una pequeña isla unida por un istmo. Allí ha tenido lugar un contubernio, en el que se han coincidido varios jóvenes representantes liberales de todo el mundo. Ello ha sido gracias a la iniciativa de un excelente think tank italiano, el Instituto Bruno Leoni, al cargo de Alberto Mingardi, de convocar un seminario con las bases de una sociedad libre como telón de fondo. Yo tuve la suerte de estar allí, y querría destacar a dos personas extraordinarias, aunque por distintas razones.
 
La primera de ellas es June Arunga, a quienes los lectores de Libertad Digital ya conocen por la fantástica entrevista que le hizo Juan Ramón Rallo. June cerró el seminario con un emocionado testimonio de su visión de África y de su país, Kenia, y de las deformaciones con que europeos y americanos miramos a su continente. Se duele de que la imagen que siempre ve ella del África al sur del Sahara es un niño malnutrido cuyo llanto se confunde con las exhortaciones al confuso telespectador de que se done parte de su dinero a una ONG. Aparte de lo que podamos considerar sobre la fracción de la fracción del dinero que llegue a África, y de ésta cuál se utilizará eficazmente para la población local, June Arunga lleva tiempo (poco, por su juventud), lanzando un mensaje distinto.
 
Ella habla de dignidad. De trabajo y de esfuerzo. Se duele de que “cuando la gente habla de los pobres, piensa en un estado estacionario, y no tienen en cuenta lo dinámica que es la gente allí. Los africanos tenemos verdaderas aspiraciones de mejora. Pensar que no las tienen es negarles su calidad de seres humanos”. Lo que se les enseña en los hogares de ese continente es el esfuerzo y las ganas de superación, “no se les enseña a los niños a ser mendigos”. Y ella ve que se equivoca quien piense que los africanos no desean o no pueden salir por sí mismos, siempre que cuenten con libertad. Algo que, nos dice, “se ha probado en muchas ocasiones”.
 
La otra persona está también plena de ilusión por cambiar el mundo. Vive por extenderlos para extender la riqueza, y crear así una sociedad de propietarios, una sociedad compuesta por auténticos ciudadanos dueños de su destino, con un patrimonio propio como instrumento de una vida más plena. Se trata de José Piñera, que llevó a cabo el sistema chileno de pensiones privadas, que pronto cumplirá 25 años de éxito. Quizás sea su innegable éxito personal lo que le lleve a recomendar a quien quiera escucharle que el cambio, la reforma, la liberalización son posibles y que se puede devolver el poder a la gente desde donde los políticos se lo han arrebatado.
 
Devolverle al ciudadano el control sobre su vida no es inocente. El sistema de pensiones privadas y el resto de reformas liberales crearon una clase media inquieta que finalmente votó (aunque por estrecho margen) en contra del dictador en el referéndum que éste convocó y finalmente respetó. Desde entonces, Chile ha seguido creciendo económica y democráticamente, sin cambiar el modelo. En España tuvimos una experiencia similar, ya que el plan de Estabilización del 59 y la apertura al exterior ayudaron al desarrollo de una clase media activa, que es la que ha logrado convivir en democracia desde hace casi treinta años.

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