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José Carlos Rodríguez

Hay que darles en la cabeza

En una sociedad abierta no cabe ese tribal antagonismo de "los nuestros" contra los demás; el poder no tiene justificación para imponer una forma de pensar en las aulas.

Habemus rex. Juan Carlos I está tan embebido del "no gobierna" que ya casi ni reina. Produce sordos silencios sobre los graves problemas que afligen a España, y que van mucho más allá de la política del momento. Los nuevos estatutos se escriben contra España. El Tribunal Constitucional se ríe de su nombre porque es de facto un órgano político. Jueces y políticos se intercambian sus trabajos sin mutar sus puestos. Se cierran emisoras, se acorrala políticamente a un partido mayoritario, la corrupción se enquista en éste y otros partidos y sólo se le oye un minucioso mutismo. Pero este sábado, Juan Carlos I habló por fin. Será porque era su primer día de vacaciones. Ante los medios, y refiriéndose a los últimos atentados de ETA, ha dicho: "Hay que darles en la cabeza y acabar con ellos". Sí Señor.

Hay que darles en la cabeza. Porque la cabeza es la que dispara, la que coloca bombas y la que mata. Sin ella, una mano es un trozo inerte de carne, huesos y tendones. Para acabar con el terrorismo hay que darles fuerte en las ideas que les llevan a un comportamiento criminoso. Son las típicas ideas antiliberales y, digámoslo, antihumanas. El nacionalismo y el socialismo. Unos matan por esas ideas, otros les justifican, otros intentan que esas muertes sean eficaces políticamente y otros dejan claro que quienes se les enfrente no tienen derecho a pertenecer a esa sociedad. Y esos otros son los unos y los mismos. Son los nacionalistas, porque es el nacionalismo el armazón de cada villanía que cometen.

Pero para ello hay que actuar en todos los frentes. Es necesario desmontar un sistema político erigido sobre el presupuesto de que los vascos no son españoles, de que hay una diferencia entre "ellos" y "nosotros" que justifica el atropello de los derechos. Hay que desmontar la espectacular mentira de que están oprimidos por quienes, dentro y fuera, se saben españoles. Y hay que hacerlo en los medios de comunicación, en la calle y en las aulas.

La vicelehendakari, Isabel Celaá, ha reconocido que "es necesario trabajar en ese terreno, a veces intangible, de la propagación de las ideas". Pero para enfrentarse a esa ideología hace falta oponerle otras ideas. Y tienen que ser las ideas contrarias, que no es el nacionalismo de otro signo, sino el reconocimiento de los derechos esenciales de la persona, de que en una sociedad abierta no cabe ese tribal antagonismo de "los nuestros" contra los demás, de que el poder no tiene justificación para imponer una forma de pensar en las aulas. Es necesario romper muchos sobreentendidos, como que para una parte de la sociedad vasca que no digiere ni un gramo del nacionalismo lo máximo que se le puede conceder es una tolerancia con desgana. Dar a los terroristas en la cabeza supone desandar tres décadas de nacionalismo e intolerancia. ¿Cuántos estarán dispuestos a hacerlo?

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