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La noticia se ha hecho esperar, pero finalmente se ha producido. Howard Dean, el auténtico protagonista de las primarias demócratas, abandona la carrera por la candidatura de su partido a la presidencia de los Estados Unidos, tras un modesto tercer puesto en las primarias de Wisconsin el pasado martes, 17. Su campaña le llevó al máximo de popularidad antes de que empezaran las votaciones, y empezó a decaer cuando éstas se iniciaron, en Iowa. Pero este abandono no implica el fin de la carrera política de este médico de 55 años, sino que por el contrario supone el comienzo de una nueva etapa, quizás más importante que la ejercida hasta el momento.
 
Dean fue el primero en anunciar su decisión de competir por el puesto y desde el principio ha destacado como un candidato peculiar. Una vez iniciada su candidatura adoptó un tono extremista que la ha llevado por ejemplo a dudar de la culpabilidad de Osama Ben Laden en el atentado de las Torres Gemelas o a oponerse radicalmente a la guerra. Sus posturas ha sido fuente de polémica, pero Howard Dean siempre ha alegado el ejemplo de Harry Truman, quien según el ex gobernador siempre se mantuvo fiel a sus ideales, aunque éstos fueran impopulares. A ello hay que añadir otros dos factores, ambos relacionados con su campaña. Por un lado renunció a los fondos federales para la misma, lo que si bien le forzaba a ganarse los fondos de otras fuentes, le ha permitido reforzar su imagen de anti-sistema, de hombre alejado del engranaje de Washington. En este capítulo cosechó uno de sus mayores éxitos, ya que ha logrado reunir una enorme cantidad de dinero, más de 40 millones de dólares, a base de pequeñas contribuciones. Éstas le ha permitido alegar, y no sin razón, que él se ha librado de la tiranía de los lobbys y los “intereses especiales” que entregan dinero a los candidatos de ambos partidos a cambio de favores políticos.
 
Por otro lado, estas contribuciones y el éxito inicial de su campaña deben mucho al uso que ha hecho su plataforma de internet, haciendo uso, por ejemplo, de la página Meetup que permite organizar encuentros de grupos organizados. En las primera reunión congregó a 300 personas, y a mediados de noviembre alcanzaba las 140.000. Esta base, compuesta mayoritariamente por gente joven muy receptiva a su mensaje, ha sido lo suficientemente amplia como para que sus contribuciones económicas sostengan su campaña. Por medio de listas de correo enviaba a sus seguidores mensajes breves y efectivos, en un lenguaje claro y directo. Creó la campaña con una organización de red, que funcionaba más en la confianza de la gestión de los responsables locales que organizaban mítines vía Meetup que en un principio jerárquico.
 
Todo ello le ha dado un halo parecido al de James Stewart en Caballero sin Espada, que en su momento despertó una enorme expectación e ilusión y que le llevó a convertirse en el indiscutido líder en las encuestas. No obstante, si bien frente a un encuestador él recibía los parabienes de los seguidores demócratas, a la hora de depositar el voto salieron más beneficiados otros candidatos considerados más capaces de echar de la Casa Blanca a George W. Bush, auténtica obsesión del electorado demócrata. Ahí es donde sobresale el atractivo de John Kerry. Un temperamento muy alterable y el famoso discurso de “I have a scream” han acabado de cerrar el camino del Howard Dean, por el momento.
 
Porque en cierto sentido, Dean no ha hecho más que empezar. En su discurso del martes, cuando la mitad de los votos escrutados le otorgaban un distanciado tercer puesto frente a Kerry y Edwards, Howard Dean explicó a sus seguidores lo que ha cambiado el partido demócrata desde que él decidió postularse para la candidatura de su partido e hizo hincapié en que él ha evitado los pagos por los “intereses especiales”, lo que condiciona a candidatos de ambos partidos. Con ello alimentaba su imagen de renovador. Ese distanciamiento de los otros candidatos demócratas, más el interés que ha despertado entre republicanos y libertarios por ser fiscalmente conservador y contrario a la regulación federal del control de armas, hizo que se considerara la idea de que él creara un nuevo partido con los elementos más liberales de los dos lados del bipartidismo estadounidense. Pero él ya ha dejado claro que no abandona el partido demócrata, y esta experiencia le ha servido para convertirse en uno de sus más destacados líderes. Howard Dean piensa ya en 2008.
 
Pero las primarias demócratas no han concluido para los dos únicos hombres que se juegan el liderazgo del partido: John Kerry y John Edwards. Ambos miran ya al supermartes del dos de marzo, cuando se ponen en juego un tercio de los delegados que elegirán al rival de Bush. Edwards ha logrado, de este modo, convertirse en la única alternativa a John Kerry, si hacemos excepción de dos candidatos testimoniales, Al Srarpton y Dennis Kucinich. El joven congresista sigue evitando el enfrentamiento personal con el veterano Kerry, quizás esperando una oferta para ser vicepresidente, y en cualquier caso consciente de que lo que necesita es crear una buena imagen de sí mismo, primer objetivo del de Carolina del Norte antes de que las circunstancias le pusieran ante opciones más elevadas.

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