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José Carlos Rodríguez

La alianza de Garaudy

Llama la atención que Rodríguez Zapatero no haya podido rechazar, e incluso llegue a abrazar, una idea como la alianza de civilizaciones, de origen tan oscuro

Mariano Rajoy volvió a brillar en el Parlamento con un gran discurso pronunciado el pasado viernes, 20. Entre otras cosas, recordó que el lema de la alianza de civilizaciones lo creó hace tres décadas Roger Garaudy, de quien recordó que fue “un destacado miembro del Comité Central de Partido Comunista Francés”. Pero Garaudy es mucho más que un excomunista. Como en el caso de Günter Grass, Garaudy cambió de credo totalitario; aunque a diferencia del escritor, lo hizo del comunismo al nacional-socialismo. Ambos han sabido mantener su prístina ética totalitaria, lo que, especialmente en el primer caso, les ha convertido en referentes morales de cierta izquierda.
 
El caso de Roger Garaudy es muy significativo. En 1988 se convirtió al Islam y adoptó el nombre de Ragaa. Se sumó a la negación del holocausto judío bajo el régimen nacional socialista, postura tan querida de Noam Chomsky. Escribió Los mitos fundacionales del Estado de Israel, libro por el que fue condenado en Francia por difamación racial y negación del Holocausto. Garaudy se basa principalmente en el revisionista Robert Faurisson a quien, como recuerda Gorka Echevarría, Noam Chomsky “ha defendido públicamente hasta el punto de prologar uno de los más insidiosos títulos del profesor francés”.
 
Su trayectoria intelectual y moral no podía quedar sin premio. En 1987 creó su propia fundación. En 1997 la Consejería de Cultura, al cargo de Carmen “dixit” Calvo le cede la gestión del museo Torre de Calahorra, que pasa a inscribirse en el registro de museos de Andalucía. El objetivo de la Fundación Roger Garaudy es demostrar cómo la Córdoba medieval bajo dominación musulmana prevalecía “la tolerancia y el respeto que presidía la convivencia de las tres culturas, cristiana, judía y musulmana, y aspectos de la vida cotidiana”. Solo espero que la tolerancia de que presume José Luis Rodríguez Zapatero no sea la misma.
 
Mientras despejamos la duda, llama la atención que Rodríguez Zapatero no haya podido rechazar, e incluso llegue a abrazar, una idea como la alianza de civilizaciones, de origen tan oscuro. Las alianzas se crean contra algo. El presidente que tiene en su horizonte a Chaves y Castro, que retoma del franquismo la tradicional amistad española con los pueblos árabes, ¿Contra quién invoca esta alianza? ¿Qué pensará que es una civilización, que considera que una se puede aliar con otra? ¿Creerá que los políticos pueden encarnar y manejar una civilización? ¿No es ello un pensamiento absolutamente totalitario de lo que es una civilización?
 
Zapatero está poseído por un espíritu mesiánico y radicalizante que traduce a un lenguaje vacuo y grandilocuente los restos del muro de Berlín. Su discurso es como un holograma; simula tener más de dos dimensiones cuando en realidad es una imagen plana, sin contenido real que le de vida propia. Zapatero es la ilustración de la idea de latabla rasa, contra la que tan bien ha escrito Steven Pinker. Un material tan plástico no puede protegerse de ideas tan retrógradas como la alianza de civilizaciones. Zapatero incluso la acoge con entusiasmo.

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