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José Carlos Rodríguez

La conquista de la democracia

hace solo tres años las mujeres estaban siendo ejecutadas en los estadios de deportes. Hoy están votando por un líder de un país libre

El pasado sábado nueve de octubre algo cambió en Afganistán, quizás para siempre. Millones de afganos acudieron a las urnas a hacer historia. Eran las primeras en la vida de ese país, que en las últimas décadas se ha incorporado a la corriente de la historia con especial relevancia. Las colas para el voto se alargaban y las mujeres, por primera vez, se involucraban activamente en la política, con su personal elección del mejor candidato o, como en el caso de Masooda Jalal, como número uno de una lista electoral.
 
Las elecciones han sido muy imperfectas. Se acumulan las denuncias de irregularidades y el barato y primario método de control del voto que consiste en ennegrecer los pulgares con tinta se ha mostrado efectivo, pero no del todo. A ello hay que sumar que los resultados no se conocerán hasta dentro de unas dos semanas. Todo ello suma incertidumbre y resta legitimidad al proceso. Pero creo que es justo verlo como un primer paso, que si de excepcional se convierte en cotidiano, se puede perfeccionar, y puede dar lugar a otros objetivos deseables. Por ejemplo, el premio Nobel de Economía Amartya Sen ha demostrado que las hambrunas no tienen lugar en las democracias. No es la última razón el que estas se asientan por lo general en economías más o menos libres, pero a esta hay que sumar otras, como que la libertad de expresión hace más difíciles las medidas políticas que están en la raíz de estas hambrunas. Con periódicos y televisiones independientes, decisiones como la del dictador de Zimbawe de hacer caso a Greenpeace y negar la ayuda americana en forma de alimentos transgénicos sería mucho más complicada. Otro efecto importante es que las democracias, con la única excepción histórica de la Guerra de Cuba, jamás se han enfrentado en un conflicto bélico.
 
Si se asientan la paz y la economía basada en el respeto de los derechos individuales y el comercio exterior, se podrían obtener otros beneficios. El economista Alex Tabarrok ha cruzado los datos del Economic Freedom Index con el Índice de Desarrollo de Género y el Índice de Poder de Género, que miden respectivamente las diferencias en esperanza de vida, analfabetismo y nivel de renta y el papel en la política de hombres y mujeres. El resultado es que "Ambos indicadores (los referidos al género) se incrementan grandemente con la libertad económica. El capitalismo es bueno para las mujeres". Esta previsible mejora, si finalmente triunfa la democracia, tendrá especial relevancia en un país islámico y antes gobernado por los Talibán, que tenían a esa mitad de la población especialmente sometida. Otro de los efectos positivos colaterales que vendría de la incorporación de otro país islámico a la democracia es que supondría un modelo y un acicate para otros países de predominio musulmán.
 
Nada está ganado, pero se ha logrado dar el primer paso. Todo ello está teniendo una repercusión especial, como no podría ser menos, en el país cuyo Presidente tomó la decisión de acabar con los Talibán por la vía militar. George W. Bush ha recordado que "hace solo tres años las mujeres estaban siendo ejecutadas en los estadios de deportes. Hoy están votando por un líder de un país libre", tras lo cual ha pedido el agradecimiento para "los hombres y las mujeres de nuestras fuerzas armadas que han liberado a Afganistán". Este proceso, del que los estadounidenses ya cuentan con imágenes, lleva tiempo dejando su impronta en el sentimiento de los votantes; especialmente en las mujeres, que tradicionalmente han repartido su voto desigualmente a favor de los demócratas y que, según las encuestas, están optando más que antes por los republicanos.

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