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José Carlos Rodríguez

Objeción (de conciencia) a El País

Para El País no hay ningún problema de conciencia (¡por supuesto!) en defender que el Gobierno sí entre en las boticas para imponer comportamientos contrarios a la moral de sus dueños.

La lectura de El País es perjudicial para espíritus sensibles. Sensibles, esto es, ante los ataques a la libertad y demás derechos de la persona. Uno abre sus páginas pensando que va a leer una versión hispana del New York Times o La Reppublica y se topa, en ocasiones, con una versión cutre de L’Humanité o del DAZ.

El editorialista del diario socialdemócrata está preocupado porque España sufre un virus que ni la gripe A. Se trata de un mal que se extiende por toda la piel de toro y que infecta al más pintado. Resulta que "a la sociedad española le han crecido los problemas de conciencia por doquier" y la gente se pone a objetar a mansalva. Intolerable.

El editorial dice que "el protocolo que permite a las farmacias negarse a vender la píldora poscoital es un despropósito" y se duele de que la conciencia llegue "al interior de las boticas". Es decir, que si a un farmacéutico le da por tener conciencia y ésta le indica que vender una píldora poscoital es un acto inmoral, eso es lo de menos en la decisión, suya, de vender, él, la susodicha pastilla en la farmacia, suya también. Para El País no hay ningún problema de conciencia (¡por supuesto!) en defender que el Gobierno sí entre en las boticas para imponer comportamientos contrarios a la moral de sus dueños.

El País tiene que justificar, de algún modo, que se disfrazara de liberal cuando defendía la objeción de conciencia ante la mili obligatoria. Y alega que la Constitución sólo reconoce la objeción para el Ejército. El derecho a no seguir un comportamiento contrario a los propios principios no vale nada ante lo que el diario llama "el debido respeto democrático a la voluntad de los ciudadanos". Es decir, que si la voluntad democrática de los ciudadanos pasa por que el Gobierno entre, no al interior de las boticas sino al interior de las redacciones para decirle a El País lo que debe publicar o no en sus páginas, el diario global en español escribirá un editorial sumiéndose genuflexa y mansamente ante tan democrático mandamiento. Pues ha de saber que es un Gobierno democráticamente elegido el que le ha robado la cartera para dársela a Roures. Aunque cuando de dinero se trata, le entra toda la epidemia de conciencia que el diario condena para los españoles de a pie.

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