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José Carlos Rodríguez

ONGs y corrupción

Nos inoculan una sobredosis de ese mal de Occidente heredado del cristianismo que es la culpa existencial, para luego ofrecerse como el analgésico más eficaz. Una pastillita de ONG todos los meses, y su conciencia no volverá a dolerle.

En los últimos días hemos sabido de la corrupción dentro de dos ONGs solidarias. Anesvad siempre ha jugado con el escándalo para promoverse, como cuando creó una "web trampa" de prostitución infantil. Protagonizó una campaña típica de las ONGs, insultando a los espectadores, en la que un hombre blanco y solidario se tapaba con una careta de Lady Di preguntándonos: "¿Te lo tiene que pedir alguien como ella para que reacciones?". ¡Qué llamada más brutal a la propia honestidad! Hoy sabemos que su presidente ha convertido a la ONG en Sodoma y Gamarra. Está claro que, para ser del todo honesta, a quien debió poner en los anuncios era su presidente, que es de los que piensan que la solidaridad bien entendida comienza por uno mismo.

Intervida, "aconfesional, apartidista, independiente", ha independizado una partida inconfesable de 45 millones de destino previsto hacia destinos más lucrativos como El Roure Construcciones, Argentina Inmobiliaria o (que no decaiga el humor) "Enriquecidos" Lácteos. Todo ello según los datos que maneja la Fiscalía Anticorrupción.

La corrupción es parte de la naturaleza humana y el hecho de que estas organizaciones hayan elegido como reclamo objetivos loables como acabar con la prostitución infantil o con la pobreza en el mundo (siempre es bueno hacer grandes promesas si quieres rascarle el bolsillo a la gente), no impide que ese negro rasgo de nuestro comportamiento aparezca en una ONG como en cualquier otro lugar.

Pero claro, es que ellos piden dinero en nombre de la ética. Nos inoculan una sobredosis de ese mal de Occidente heredado del cristianismo que es la culpa existencial, para luego ofrecerse como el analgésico más eficaz. Una pastillita de ONG todos los meses, y su conciencia no volverá a dolerle. El problema es que el sistema es corrupto. El donante quiere un poco de calma para su conciencia y se contenta con entregar un dinero periódicamente. Como además (aunque esto no lo sabe) no ha hecho objetivamente nada malo ni su vida contribuye a los males del mundo, no hay nada que pueda hacer o dejar de hacer que sea más fácil, y más efectivo para su conciencia, que dar dinero. Pero no tiene ni tiempo ni ganas de investigar qué ha sido, en realidad, de su dinero. La única fuente de la que le llega algo de información sobre el destino de su dinero es la propia ONG, la que se lo pide. Más analgésico. Afortunadamente, nos queda al menos la posibilidad de elegir entre las que inspiran más y menos confianza.

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