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José Carlos Rodríguez

Tea Party asesino

Entre sus libros preferidos están el Mein Kampf y el Manifiesto comunista. No voy a valorarlos ahora, pero es evidente que están en las antípodas de la ideología capitalista y de limitación del poder que anima al Tea Party.

Gabrielle Giffords, una congresista demócrata de 40 años, estaba apostada frente a una tienda de ultramarinos de Tucson para dar una charla. Era parte de su campaña "El Congreso en tu esquina", con la que la legisladora, recientemente elegida, quería mantener la comunicación directa con los electores. En pleno acto, a pie de calle, se le acercó por la espalda Jared Lee Loughner y le descerrojó un tiro a metro y medio de distancia. Luego comenzó a disparar a la gente. Alcanzó a 17 personas, de las que han muerto seis y han quedado heridas el resto, entre quienes se encuentra la congresista Giffords.

Una parte de la prensa española ya sabe, y se ha apresurado a compartirlo con todo el mundo, que la culpa del atentado es del Tea Party. Claro. La senadora es demócrata y el Tea Party es la ultraderecha americana. Es tan evidente que no necesita pruebas. Ah, esa prensa española que no necesita pruebas. Pero las ha encontrado. María Meseguer, por ejemplo, dice en La Vanguardia que "Sarah Palin apuntaba hacia Giffords", y precisa: "La diva del Tea Party colocó a la congresista en un mapa con 'objetivos' políticos a abatir para evitar la reforma sanitaria", de la que Giffords era partidaria. Esos objetivos se señalaban en un mapa con la mirilla de un arma. Meseger no llega a precisar a los lectores que se trataba de objetivos electorales y que formaba parte de la campaña de las elecciones del pasado mes de noviembre. Eso sí, cambia el verbo "abatir" de la entradilla por "uno de los demócratas a batir", única mención que, en enésima derivada, puede hacer pensar que estamos hablando de unas elecciones. El Periódico salta directamente del mapa de Palin al asesino con este titular: Amenazas cumplidas. Sigue: "El comité de Sarah Palin señaló con una diana a 20 congresistas demócratas". ¿No se lo creen? Miren el mapa, ahí están los demócratas.

Un mapa donde una Sarah Palin señala los objetivos a batir (sin la "a") en unas elecciones puede ser una prueba insuficiente para espíritus más escépticos o más refinados que los de nuestros periodistas. Pero no crean que es la única prueba que demuestra fehacientemente que el Tea Party atentó contra Giffords. Un anuncio del candidato rival decía: "Pon la victoria en la diana para noviembre. Ayuda a sacar a Gabrielle Giffords de su cargo. Dispara un M16 automática para Jeese Kelly". Esta nueva prueba de cargo es casi definitiva. ¿Qué puede haber más detonante que una metáfora? Queda aún el argumento de autoridad. De la autoridad paterna, nada menos. El padre de la víctima ha señalado ya al culpable: "Sí, todo el Tea Party".

En este nuevo éxito del periodismo español falta, sin embargo, la pistola humeante; la de Jared Lee Loughner. O, más bien, sobra. Sobra, porque dado que el culpable es el Tea Party, ¿para qué descubrir los nexos que existen en la realidad para presentárselos en un relato veraz al lector o espectador? Es verdad, ¿para qué hacer periodismo?

Porque la pistola humeante fue disparada por un joven descrito como inestable, junto al que nadie quería sentarse en el colegio. Bien, era un inadaptado, pero aún se podría demostrar que Loughner tenía una ideología cercana al Tea Party, o que era teapartidario, y sumar a ello los nexos lógicos entre los presupuestos ideológicos de este movimiento social y su acción criminal. Pero por un lado no parece que haya una relación lógica entre exigir menores impuestos y disparar a un congresista demócrata. Y, por otro, a la espera de que sepamos algo más de este perturbado, no parece que pensase nada cercano o siquiera perteneciente a la misma galaxia ideológica del Tea Party. Entre sus libros preferidos están el Mein Kampf y el Manifiesto comunista. No voy a valorarlos ahora, pero es evidente que están en las antípodas de la ideología capitalista y de limitación del poder que anima al Tea Party. Lo que parecen indicar las primeras informaciones es que el motivo ideológico de Loughner era que Giffords se oponía a una parte de la Ley de control de la inmigración en Arizona.

Más sutilezas fuera del alcance de la prensa española. Barcepundit recoge que Loughner conoce a su víctima desde antes de 2007 y la odia desde entonces. En aquél momento no existía el Tea Party, Sarah Palin era una desconocida y Loughner "era de izquierdas; era muy liberal", según le describe una compañera. Ah, pero el Tea Party es el culpable.

El periodismo, en España, tiene muy mala prensa.

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