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José Enrique Rosendo

El debate

El candidato popular debe aprovechar la primera oportunidad que disponga para marcar el ritmo del debate, para que sea él quien provoque la respuesta del adversario. Tiene que poner a Zapatero a la defensiva inmediatamente.

Ya está aquí el primero de los dos cara a cara que Zapatero y Rajoy van a mantener en esta campaña electoral. No descubro nada si digo que hace quince años que no se celebran estos debates y entonces, en 1993, las circunstancias eran bastante parecidas a las de ahora, en cuanto ambos partidos competían por estrecho margen.

El debate de 1993 se saldó con la victoria por la mínima de un González tocado tras muchos años de poder, con una situación económica bastante deteriorada y con el peso de la sospecha de multitud de corruptelas, la mayor de las cuales era el GAL.

La confrontación entre Zapatero y Rajoy no se ha debido, como dicen los socialistas, por el talante democrático del presidente, ni mucho menos por la presión de sus bases tan ocupadas inyectando proteína social, sino como consecuencia de la escasa diferencia en intención de votos que pronostican las múltiples encuestas publicadas hasta la fecha.

Rodríguez Zapatero va a aprovechar el debate, con toda seguridad, para remarcar tres ideas claves en la memoria de los electores: primero, que él es un hombre tranquilo, dialogante y positivo, frente a su adversario que es beligerante, tremendista y caduco; segundo, que mientras los socialistas buscan extender el bienestar social a amplias capas de la sociedad, los "peperos" quieren reducir los impuestos a los ricos, como siempre hace la derecha; y tercero, que Rajoy no encarna la modernidad, que es coto privativo de la izquierda en general, y de los socialistas, en particular, sino a la derecha más extrema que ningún hombre haya visto jamás.

Rajoy haría mal en caer en estos vericuetos y recodos, porque de ese campo minado no saldrá victorioso. El candidato popular debe aprovechar la primera oportunidad que disponga para marcar el ritmo del debate, para que sea él quien provoque la respuesta del adversario. Tiene que poner a Zapatero a la defensiva inmediatamente. Ahí va a estar, en realidad, la clave de quién se alce al fin vencedor del mismo.

Hay que reconocer que Zapatero es más telegénico que Rajoy, algo que sin duda el presidente tratará de aprovechar a su favor. Sin embargo, el mandatario socialista es un hombre menos fiable para el gran público que el dirigente popular, entre otras cosas porque ha mentido sobre las negociaciones con ETA y porque además nadie se cree que no estemos atravesando una crisis por la sencilla razón de que el bolsillo, como el algodón, no engaña a nadie. Tampoco creo que haya que imitar a Zapatero en proximidad, porque eso en la pantalla daría una sensación artificial que penalizaría a Rajoy: a nadie le gusta una persona que resulta artificial o engañosa. Sin embargo, éste puede aprovechar bastante bien sus cualidades de hombre firme y de convicciones para enmarcar su discurso en las circunstancias de personas concretas, con nombre y apellidos, a partir de las cuales criticar al Gobierno y a su vez proponer soluciones ilusionantes.

Ahora bien: estamos ante el primer debate. La izquierda necesita movilizar a sus bases más radicales. Queda prácticamente toda la campaña electoral por delante. ¿Quién ganaría más si el debate lo gana ahora Rajoy? Esa es la cuestión. En 1993 el primer debate lo ganó Aznar. Las elecciones, González. Contra todo pronóstico.

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