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José Enrique Rosendo

Quién ha recolocado a Taguas y para qué

Lo peor de todo es esa difusa línea que separa en este país lo público de lo privado. No es ya que Taguas sea amigo de los mandamases, es que Taguas tiene información de primera línea merced a su puesto público y que ahora queda en manos de Seopan.

Puede que, muchas veces, después de una tormenta, cuatro gotas más no nos afecten demasiado. Sin embargo, la anestesia general de nuestra sociedad llega a extremos que, no obstante, sorprenden vista desde la óptica liberal. Ustedes dirán si no. Ahora David Taguas, el hasta hace dos días director de la todopoderosa y muy muñidora Oficina Económica de la Presidencia (OEP), ha sido designado presidente de la patronal constructora, Seopan. Ahí es nada.

Taguas fue cesado de la OEP cuando ésta, lejos de devaluarse, como aparenta al haber quedado relegada a una rama dentro del gabinete de Zapatero, ha alcanzado los honores de un ministerio por vía factual, quiero decir, como consecuencia del nombramiento de Miguel Sebastián. Y no un ministerio cualquiera, sino el capo de una inmensa telaraña de ministerios, secretarios de Estado y demás cargos y honores bien remunerados pero, sobre todo, con mucho poder.

Me temo ahora, visto lo visto, que en realidad Taguas no ha sido cesado. En realidad a Taguas, Miguel Sebastián, que tiene a la ministra de la Vivienda en su haber, y posiblemente el mismísimo Zapatero le han enviado en una especie de comisión de servicio a la patronal de la construcción, que es el sector clave de la aguda crisis económica que padecemos. De este modo, el Gobierno controla las dos orillas del asunto ladrillero: de una parte el BOE, y de otra, la parte privada vía patronal. Los sindicatos, mientras cobren sus subvenciones y cursos para mantener su larga nómina de liberados, no cuentan.

Alguien podrá pensar que Seopan, que anda en plan lobby para conseguir del Gobierno todas las medidas intervencionistas posibles que eviten que la sangre del sector llegue al río de la crisis irreversible y duradera, ha contratado a Taguas dado que es un magnífico interlocutor tanto con Sebastián como con Zapatero, al que lógicamente ha debido tratar mucho en su condición de reciente asesor de la materia económica.

Sin embargo, este sorprendente nombramiento tiene también una lectura inversa: que sea el Gobierno el que ha colocado a uno de los suyos en la patronal para así tener más fácil la aplicación de las medidas que piensa poner en marcha para reactivar el sector, o cuando menos para evitar tropiezos gigantescos y posiblemente dañinos para el conjunto.

Sea como fuere, pierde la libertad de mercado. Si es Seopan el espabilado que contrata al amigo del mandamás, malo, porque demostraría una vez más que nuestros empresarios no creen verdaderamente en el mercado salvo cuando vienen bien dadas, ya que en cuanto la situación se complica, como sucede con los damnificados de cualquier cosa en este país, van lloriqueando a papá Estado para que les deje mamar de la teta del dinero de todos.

Y si es el Gobierno, también malo. Porque demostraría algo que, por desgracia, ya sabemos: que la sociedad civil, la articulación del sector privado, es tan débil en este país que el Gobierno se permite incluso colocar a los suyos como jerifaltes de una organización que, precisamente para defender al sector del intervencionismo público, debiera ser crítica con quienes nos mandan.

Pero lo peor de todo es esa difusa línea que separa en este país lo público de lo privado. No es ya que Taguas sea amigo de los mandamases, es que Taguas tiene muchísima información de primera línea merced a su puesto público y que ahora queda en manos de Seopan.

Hay que reconocer, no obstante, que no es desde luego Taguas el único, ni el primero ni probablemente el último en beneficiarse en su vida post-política de su trayectoria en lo público. Sin embargo, en este caso, el tránsito ha sido tan de una cosa a la otra, tan de un día para el otro, que resulta impúdico incluso para quienes ya estamos calados por la lluvia tormentosa.

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