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José García Domínguez

Adéu Catalunya!

Huelga decir que no albergo la menor sombra de duda con respecto a la palabra de ZP. Pensar lo contrario sería lo mismo que suponerlo un presidente sin entrañas. Vaya, que Zapatero me va a poner a mí un piso, eso está tan claro como que me llamo Pepe.

En mi doble condición de español y de andaluz (tras saborear la portada de El País de este miércoles decidí renunciar de por vida a la nacionalidad catalana), la única inquietud que me turba es discernir si los marbellíes tendremos derecho a un piso o a dos. Me explico. Justo ocho días antes de que “El Chino” partiera volando hacía la kermés con las huríes, Zapatero prometió solemnemente que iba a entregarnos 720.000 viviendas en cuatro años. Fue un compromiso formal que asumió con todos los españoles, incluidos nosotros, los andaluces, que no íbamos a ser menos que el resto.

Huelga decir que no albergo la menor sombra de duda con respecto a la palabra de ZP. Pensar lo contrario sería lo mismo que suponerlo un presidente sin entrañas. Vaya, que Zapatero me va a poner a mí un piso, eso está tan claro como que me llamo Pepe. De ahí que la genuina cuestión no sea otra que la de nuestro derecho sobrevenido a una segunda residencia de reposo. Expresada en los crudos términos que requiere el asunto, la incógnita es ésta: ¿los andaluces que Dios mediante recibiremos nuestras viviendas de manos del presidente Zapatero, seremos discriminados por la Junta cuando le exijamos el chalet?

Ése es el llamado a constituirse en el gran interrogante de la próxima legislatura en nuestra tierra. Así, desviar la discusión hacia otro terreno o enfangarnos en disquisiciones formales no ayudaría más que a hurtar la verdadera esencia del debate. Y es que de sobra sabemos que ahora saldrán los intelectuales de barra de bar citando a Bastiat: “El Estado es una ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza en vivir a expensas de todo el mundo (…) La quimera de nuestro tiempo consiste en enriquecer a todas las clases a costa de las demás; se trata de generalizar la explotación con el pretexto de extinguirla”.

Y tras ellos, los demagogos de turno preguntando a la Junta de qué partidas –¿educación? ¿sanidad? ¿servicios sociales?– piensa detraer los dineros de lo nuestro. Pobres ignorantes. Como si Chaves no tuviera mano –y Zarrías pie– en el Banco Central Europeo para ordenarle por soleares que baje el Euribor a la altura del betún. O como si los ingresos fiscales de la Junta no se fueran a multiplicar por mil, gracias a todas esas multinacionales japonesas que aterrizarán aquí imantadas por el asunto de las nóminas. Porque, a partir de ya, a ver quién va a ser el primer tonto que reclame un sueldazo que no dé derecho al chaletito.

Pero, nosotros, ni caso (“ni casa”, he estado a punto de escribir por la emoción). Lo dicho: por el chalet, España y la Humanidad, adéu Catalunya!

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