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José García Domínguez

Carod-Rovira miente

¿Independentista Carod? En absoluto. Por mucho que ahora pretenda disfrazarse de lagarterana posmoderna, Josep-Lluís no es más que lo que ha sido durante toda su vida: un vulgar nacionalista.

La suprema paradoja de la puesta de largo de Carod frente no sé cuántos millones de espectadores fue que todos parecían empeñados en comulgar a pies juntillas con su gran mentira y, al tiempo, en desconfiar de su única verdad. Patético el respetable obcecándose una y otra vez en la tontería de negarle nombre y apellidos al caudillo de los indigenistas, mientras se tragaba con candidez digna de mejor causa la trola descomunal que le vendía Josep-Lluís. Y es que lo falso de toda falsedad en este Rovira no es su Carod sino su independentismo.

"Yo no soy nacionalista, soy independentista", perjuró con teatral regodeo ante las cámaras. He ahí su más elaborado embuste, el que nadie acertó a echarle en cara. Porque nada se compadece menos con la verdad de la Esquerra que ese frasecita. Al contrario, para Carod y los que comparten su enfermedad, la meta no es la soberanía política de Cataluña y la construcción de un estadito propio entre el Ebro y el Mediterráneo. Eso sólo son medios; instrumentos para un fin que no es político sino metafísico hasta el delirio: recuperar la pureza primigenia de una identidad tribal, mística y eterna, contaminada desde hace un siglo y medio por el estigma de la lengua y la idiosincrasia castellana.

¿Independentista Carod? En absoluto. Por mucho que ahora pretenda disfrazarse de lagarterana posmoderna, Josep-Lluís no es más que lo que ha sido durante toda su vida: un vulgar nacionalista. Porque sí cabe ser independentista y no nacionalista; lo eran, por ejemplo, los Estados del Sur de Norteamérica en 1861. Igual que se antoja posible decirse nacionalistas no independentista; no otra cosa fueron, sin ir más lejos, los camisas rojas de Garibaldi. Pero estos castellers de la Esquerra, aunque se nos avergüencen de sí mismos en público, son lo que son: nacionalistas de piedra picada. Y punto.

Escribía Prat de la Riba, que tampoco era independentista: "Cataluña tiene ese espíritu nacional misterioso que al correr de los siglos va engendrando y renovando el derecho y la lengua (...) Un mismo espíritu que se manifiesta uno y característico bajo la variedad de toda la vida colectiva (...) Cataluña es, pues, una Nación". Esas palabras, aquí y en la China popular, retratan psiquiátricamente a un nacionalista catalán de cualquier época. Sólo alguien que delira así, como Rovira, osa, por ejemplo, llamar "turco" a cualquier vecino de escalera que no pronuncie la ese sorda según su gusto.

¿Independentista Carod? Qué más quisiéramos.

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