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José García Domínguez

Chipre: ¿el ensayo general del 'corralito'?

Eso no es un Estado, es una bomba de relojería flotando a la deriva en medio del Mediterráneo.

La Economía no es más que el antiquísimo arte de hacer pasar por respetable ciencia la defensa de los intereses particulares de tal o cual grupo. Los que lo saben habrán contemplado sin el menor asombro lo de Chipre. Esto es, la impune expropiación de los ahorros que la pobre gente había confiado en depósito a los bancos de la isla. Pero los que aún lo ignoran acaso se anden preguntando cuál es la diferencia entre Chipre e Italia o España. ¿Por qué se confisca el dinero de los chipriotas y no el de sus iguales, los también rescatados por la Unión Europea? Pues por la muy prosaica razón de que ellos son pocos y carecen del más mínimo poder de presión política. Así de simple.

Como Islandia, su hermana gemela, Chipre era una muestra del surrealismo delirante al que podía abocar la alegre desregulación de los mercados financieros en los días de vino y rosas. He ahí otro paisito de la Señorita Pepis donde los pasivos bancarios equivalen a más de cinco veces el valor de toda la producción nacional. Un disparate al que no resulta ajena su vocación de lavadero de los rublos turbios del salvaje Este. A no dudar, el origen último de su diferencia con Islandia. Y es que en la exmegapotencia nórdica el ministro de Comercio era un entrañable profesor de filosofía; el de Finanzas, un veterinario; y el gobernador del Banco Central, un celebrado poeta. En cambio, el Gobierno de Chipre solo lo integraban miembros liberados del Partido Comunista hasta hace unos meses.

Añádase, en fin, el pringue con los devaluados bonos griegos y, como diría el otro, el drama está servido. Porque eso no es un Estado, es una bomba de relojería flotando a la deriva en medio del Mediterráneo. Que su peso resulta insignificante, dicen los expertos, siempre prestos a confundir economía y contabilidad. Aún no se han enterado de que su ciencia lúgubre estudia la conducta de unas pobres criaturas asustadizas que son tan hijas de Darwin como de Adam Smith. Por irrelevante que semeje ese 0,2 % del PIB europeo, lo de Chipre podría desatar una gran estampida incontrolada entre los ahorradores de la Europa meridional. Berlín, ¡ay!, sigue jugando con fuego.

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