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José García Domínguez

De cobardes nunca se ha escrito nada

O se presenta de inmediato una alternativa política, ideológica y moral a su proyecto de liquidar los fundamentos mismos del partido o que Dios coja confesados a los gustavos, las esperanzas, los jaimes y tutti cuanti, porque ni la Historia los absolverá.

A tenor de la velocidad de crucero con que se desarrollan los brindis al sol en la bronca tabernaria del Partido Popular, al final, aún tendrá razón el gallego: tras el Congreso no restará un partido dividido entre buenos y malos. Y es que, tal como está el patio de la corrala, la genuina divisoria habrá de establecerse entre los malos y los peores. Así, con el cobardón de todos los cenáculos, aquella rémora del pasivo exigible que no daba la talla para figurar en las listas, trasmutado súbitamente en "importantísimo activo", ungüento amarillo y mesías germinal de la futura Ejecutiva, el de Pontevedra acaba de cruzar su particular Rubicón.

Llegados a este momento procesal ya no cabe ni chalaneo ni entente posible con el errático espectro valleinclanesco y su santa compaña de meritorios: o se presenta de inmediato una alternativa política, ideológica y moral a su proyecto de liquidar los fundamentos mismos del partido o que Dios coja confesados a los gustavos, las esperanzas, los jaimes y tutti cuanti, porque ni la Historia los absolverá. Bien harían, pues, en recordar a John Wayne bajo la máscara de Davy Crockett, que así se llamaba su personaje en El Álamo, y su lacónico aforismo: "Un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer."

Ocurre que a lo tonto, es decir, a la lassallesca manera, Rajoy anda cocinando algo muy igual al célebre XVIII Congreso del PSOE, en el que tras los famosos cien años de honradez – "y ni un segundo más", que apostilló Tamames– Felipe convenció a los compañeros de que habría que cambiar urgentemente los principios por las piscinas (Recuerdan: "¡Hay que ser socialistas antes que marxistas!"). Lo de estos no deja de más de lo mismo, apenas un déjà vu para los viejos en la plaza. "¡Hay que ser centrista antes que coherente!", susurran ahora los propios de su señor por todos los rincones de Génova.

Pues, ¿cómo se integra en el sistema a esos moderaditos de CiU que acaban de reiterar por enésima vez su afán por promover cuanto antes la autodeterminación de Cataluña? Con sopitas centrismo, naturalmente. ¿Y cómo conseguir que Juanjo y los de la boina calada dejen de pasarse otro siglo enterito trotando por el monte? Pues con más jarabe de centrismo, of course; es decir, peregrinando todos juntos y en unión hasta allí para hacerles compañía, no vaya a ser que los pobres se sientan incomprendidos y marginados.

Así las cosas, a los (todavía) buenos alguien debería recordarles lo que en su día escribiera don Juan de Mairena, aquel viejo profesor de retórica: "De cobardes nunca se ha escrito nada". Porque su tiempo se está agotando. También.

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