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José García Domínguez

¿Dónde estaba Puigdemont en 1992?

El actual presidente de la Generalidad se tomó un curioso 'año sabático' en ese momento tan agitado para el nacionalismo catalán más radical.

EFE

El aniversario tan celebrado de la Olimpiada de Barcelona coincide estos días con otra efeméride, la de la llamada Operación Garzón, un operativo de las Fuerzas de Seguridad del Estado para prevenir eventuales atentados de Terra Lliure contra los Juegos, acción policial en la que se vieron implicados un buen puñado de separatistas radicales que hoy ocupan puestos de máxima relevancia en la política catalana.

Ideada por el entonces ministro del Interior José Luis Corcuera, rudo sindicalista de natural proclive a los métodos expeditivos, el riesgo cierto de que algún comando pudiera atentar llevó a que se efectuaran decenas de detenciones en Cataluña. Detenciones en la mayor parte debidas a la muy precisa información proveniente de un infiltrado en Terra Lliure, Josep Maria Aloy, oriundo de Manresa ahora residente en Brasil, que había sido captado y entrenado por el legendario agente del Cesid Mikel Lejarza, más conocido por Lobo, el antiguo miembro de ETA que en su momento propició la detención de más de 150 pistoleros vascos.

Mientras las sospechas de la dirección de Terra Lliure no recayeron sobre su persona, los datos que Aloy hacía llegar a la Policía sembraron la zozobra no solo entre los comandos, también en el muy transversal entorno social que les proveía de cobertura. Nadie se fiaba de nadie, todo el mundo desconfiaba de todo el mundo. La tensión en los ambientes del radicalismo catalán era extrema. Al punto de que la cascada de detenciones, seguidas de duros interrogatorios que más adelante darían lugar a varias denuncias por malos tratos que el Baltasar Garzón todavía juez obvió, provocaría que bastantes militantes del separatismo exaltado optaran por huir de España. Oriol Malló, uno de los fundadores de Terra Lliure y hoy residente en México, lo contó así en una entrevista: "¡Qué error cometí! Mucha gente después de mí decidió que era mejor irse a Perpiñán una temporada". Y es que Malló, aconsejado por Agustí Gil Matamala, abogado habitual de casi todos los presos de Terra Lliure y padre de la actriz Ariadna Gil, se presentó voluntariamente a los Mossos dEsquadra, que acto seguido lo entregaron a la Policía. Lo pasó mal.

Por cierto, aquel olímpico 1992 fue el año en que el periodista Carles Puigdemont, entonces redactor jefe del diario El Punt, adoptó la inopinada decisión de abandonar su empleo para residir durante un tiempo el extranjero. En el currículum oficial del ahora presidente de la Generalitat se hace alusión a aquella experiencia vital calificándola de "año sabático".

En 1992 Terra Lliure, el resultado final de la crónica fascinación por ETA del separatismo catalán, se hallaba dividida en dos facciones: una, proclive a renunciar al terrorismo, la liderada por Pere Bascompte; la otra, la que se denominaba a sí misma IV Asamblea, estaba decidida a continuar con las bombas y las pistolas. De hecho, no se disolvió hasta 1995, pasados tres años de los Juegos. Ya en ese periodo, el que fue de 1992 a 1995, un comando nunca identificado secuestró en pleno centro de Barcelona a un conocido dirigente de la primera etapa de Ciudadanos, persona hoy distanciada del partido de Albert Rivera. Encañonado a punta de pistola, tres encapuchados lo introdujeron en un coche y, tras vendarle los ojos, lo tuvieron dando vueltas durante varias horas. Luego, ya de madrugada, lo soltaron en un callejón del extrarradio. Un aviso a navegantes.

La alarma de Interior ante la cita olímpica no era, pues, gratuita. Meses antes del evento Terra Lliurelogró colocar una carga explosiva en las oficinas olímpicas de Bañolas, en cuyo lago se celebrarían varias competiciones náuticas. Junto con Barcelona, Gerona, y más en concreto Bañolas, era el otro punto clave entre los objetivos potenciales del terrorismo doméstico. Precisamente el lago Bañolas había servido de banco de pruebas a uno de los miembros de Terra Lliure más populares entre los suyos, Miquel Casals, un amigo de Carles Puigdemont que ahora milita en el PDeCAT tras habérselo pedido personalmente el president de la Generalitat, tal como él mismo ha revelado a la prensa local.

Casals, un tipo obsesionado con hacer volar por los aires la reproducción de la carabela Santa María que estuvo fondeada durante lustros en el puerto de Barcelona, atentaría varias veces con explosivos contra la nao, hasta, por fin, ver consumado su objetivo. Y tal que así alardeó en una publicación nacionalista de sus ensayos previos en el lago de Bañolas:

Cogí una bombona de camping gas de tres kilos. Le extraje el gas y la llené de cloratita. Luego la volví a tapar con el mismo tapón de rosca. más tarde, probé en el lago si el material era realmente impermeable.

Por aquella misma época, en concreto el 12 de septiembre de 1989, en la edición catalana del diario El País apareció publicada la siguiente noticia:

El subteniente de la Guardia Civil Antonio García Romera, de 52 años, y el sargento José Luis Santaella Gálvez, de 41, resultaron heridos de gravedad ayer al estallar un artefacto de fabricación casera colocado en el aparcamiento de la casa cuartel de Bañolas, localidad situada a 19 kilómetros de Gerona. El artefacto, cuya colocación no ha sido reivindicada aunque fuentes gubernativas lo atribuyen a la organización terrorista Terra Lliure, estaba compuesto por una bombona de camping gas de cinco kilos, tres kilos de cloratita y metralla. Éste es el primer atentado dirigido directamente contra miembros de las Fuerzas de Seguridad en Cataluña y el primero que coincide con la celebración de la Diada nacional catalana.

Al subteniente García Romera los cirujanos le tuvieron que amputar completa la mano derecha y sufre heridas irreversibles de por vida en la izquierda. Casals, hoy acaudalado empresario de la construcción y hombre siempre tan locuaz como indiscreto, acaba de deponer lo siguiente en la prensa de Gerona a propósito de su amigo:

Cuando juegas al Trivial con Puigdemont, sufres. Es una esponja. Tiene muchos conocimientos, porque tiene interés. Sabe fechas, personajes…

Otra persona muy próxima a Puigdemont durante aquella agitada época preolímpica, Eduard López, hoy vicesecretario general de Esquerra Republicana y por entonces militante del brazo político de Terra Lliure, el MDT, también pasó por los calabozos en vísperas de que se encendiera la llama olímpica. En ese momento corresponsal en Barcelona de El Punt, el mismo diario donde trabajaba Puigdemont, López ha destacado recientemente el papel que en todo aquello tuvo su ilustre compañero. Al punto de que considera a Puigdemont como uno de los "artífices intelectuales" de la campaña que puso en marcha el diario para apoyar a los presos y a sus familiares. Luego, en fin, vendría el año sabático.

Nadie cambia, ya lo decían los clásicos.

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