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José García Domínguez

El elefante, la tortuga y la serpiente

Para descubrir qué sostiene a la venenosa víbora que a su vez soporta el peso de las finanzas mundiales, conviene saber que esos trozos de papel llamados derivados financieros, acreditan contratos por un monto equivalente a seis veces el PIB de la Tierra.

Hoy, uno venía decidido a escribir de las cuestiones importantes que realmente interesan a los españoles, la penúltima reyerta de porteras entre Blanco y González Pons, por ejemplo. Y lo hubiera hecho si ese empalagoso recital de loas al difunto capitalismo que se han sentido obligados a interpretar los de los siete minutitos en Washington no le hubiera recordado cierta inconsistencia propia de la escatología hindú.

Como es sabido, para los hinduistas, el misterio de la arquitectura del Cosmos constituye un asunto prosaico, algo de trivial simplicidad. Según ellos, el globo terráqueo descansa sobre un elefante, el elefante se sostiene sobre una tortuga y la tortuga reposa encima de una serpiente. El único problema surge cuando se les pregunta quién se ocupa de aguantar a la serpiente. Llegados a ese escabroso punto, los fieles miran hacia otro lado y cambian de conversación.

Bien, pues con la quebrada estructura financiera internacional viene a ocurrir algo bastante parecido. Y es que ni los bajos tipos de interés de la última década, ni la burbuja hipotecaria yanqui pueden constituir los catalizadores de la parálisis económica global. Al cabo, el dinero barato ha existido a lo largo de extensos intervalos históricos sin que por ello se desencadenaran cataclismos sistémicos. De hecho, la relación cierta que siempre se da entre la pasta fácil y las fiebres especulativas es uno de esos vínculos causales que los matemáticos llamarían condición necesaria pero no suficiente.

Porque se requiere de algo más, de mucho más, con tal de enviar al sistema todo contra las cuerdas. Y ese mucho más tampoco podría venir representado por las hipotecas basura del mercado interior norteamericano. Nadie que tenga presente el sano principio de que conocer es cuantificar puede creerse que las subprime, por sí solas, encerrasen un potencial apocalíptico capaz de tumbar a los principales bancos del planeta. Eso, simplemente, resulta inverosímil; es una fantasía absurda que se desvanece con sólo comprobar su monto total en dólares.

Por el contrario, para descubrir qué sostiene a la venenosa víbora que a su vez soporta el peso de las finanzas mundiales, conviene saber que esos trozos de papel llamados "derivados financieros", los que ahora mismo acreditan contratos por un monto equivalente a seis veces el PIB de la Tierra, algo así como trescientos mil millones de millones de dólares, cuentan con el respaldo de... nada. Son puro humo, simples apuestas apoyadas en el más inquietante vacío. Ésa es la peligrosísima dinamita con que trafica todo un universo financiero paralelo, el que integran los hedge funds, que no está sometido prácticamente a ninguna regulación ni control.

Mas hablemos de las cuitas de Caldera y Soraya que es lo que interesa a la gente. 

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