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José García Domínguez

El plante de Rajoy

La decisión de Rajoy deja entrever algo más que sentido común. Porque constituye el primer gesto de insumisión frente a un sesgo inquietante de la crisis: el intento de someter la soberanía democrática al dictado de los mercados

Tan sensata, esa decisión última del Gobierno, la de anteponer los intereses de España a los de la candidata electoral de la CDU por Berlín, ha causado la preceptiva conmoción entre los nuevos polpotistas del laissez faire. Esos muy devotos prosélitos del sucedáneo laico de la Divina Providencia que responde por integrismo de mercado. Así, los comunistas decían obedecer no a voluntad personal alguna, sino a las leyes objetivas de la Historia. Y con sus genuinos albaceas intelectuales ocurre lo mismo. De ahí el mantra doctrinario mil veces repetido: si los seres humanos no se dedicaran a entorpecer y cuestionar la sabiduría inmarcesible del Mercado, todos seríamos felices y comeríamos perdices.

Frente al liberalismo atemperado que atiende, sobre todo, a las circunstancias de la realidad, ha surgido, pues, una especie de "liberalismo científico", auténtico alter ego del difunto "socialismo científico" de Marx y Engels. Por eso, se oye decir "que quiebren Grecia, los bancos y el Estado" con la misma alegría inconsciente con que se grita un ¡Viva Cartagena! Aunque nada nuevo bajo el sol: también Pol Pot postulaba el cuánto peor, mejor. Las ideologías, siempre cegando a sus esclavos. En 2012, España e Italia habrán de emitir bonos por valor de unos 320.000 millones de euros. Si Grecia suspendiese pagos, nadie los compraría. La hecatombe final de nuestro país. Y la quiebra cierta de nuestros bancos: de cada tres títulos de deuda emitidos por el siguiente en la lista, la República de Portugal, dos moran ahora mismo en sus balances.

Lo mismo ocurriría, por lo demás, en caso de asentir al estúpido dogma merkeliano del 4,4 por ciento. Una quimera inalcanzable sin antes convertirnos en Marruecos. Esto es, sin demoler de una tacada el Sistema Nacional de Salud y la red de instrucción pública. Que el nuevo objetivo fijado por el Gobierno resulte viable o no, forma parte de otra historia. Pero la decisión de Rajoy deja entrever algo más que sentido común. Porque constituye el primer gesto de insumisión  frente a un sesgo inquietante de la crisis: el intento de someter la soberanía democrática al dictado de los mercados. Toda una enmienda al fundamento último del liberalismo: el imperativo de que unos poderes limiten a otros. Bien por el gallego.

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