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José García Domínguez

Entre Alá y Alí

Sunníes y shiíes siguen compartiendo el grueso de las enseñanzas del elegido; las que impartió en vida, cuando animaba a los suyos a asaltar caravanas a condición de que le reservasen una quinta parte del botín.

Gran escándalo en nuestra prensa progresista porque fuerzas de la Coalición han profanado la ciudad santa que aloja el mausoleo de Alí. Las tropas norteamericanas sitian Nayaf para incordiar a otro santo, Muqtada al Sader, que había acudido allí a impartir seminarios gratuitos sobre Montesquieu y Kant. Inadmisible. De todos modos, lo más penoso es que, contando el ejército Mahdi con más simpatizantes en Madrid que en Bagdad, aquí nadie tenga ni repajolera idea de quién fue el tal Alí. Sabemos, sí, que Zetapé es consciente del problema. Nos consta que le preocupa que el adoctrinamiento coránico de los españoles adolezca de tan graves deficiencias. También, que se ha propuesto remediarlas por la vía de ceder las aulas de nuestros colegios, además de las cámaras del Pirulí, a los predicadores de la sumisión, que no otra cosa significa islam. Pero debe darse prisa. Y es que bien está que nuestros escolares tengan a María por una marca de galletas, y a la Magdalena por su competidora en el mercado. Pero que en el sultanato de Curro Moratinos todavía no distingamos entre Alá y Alí, eso no tiene perdón de Dios.
 
Yo mismo hube de caer en los escritos de un infiel, César Vidal, empujado por la tardanza del Gobierno en cumplir su programa. Así, en España frente al islam tuve noticia de que el piadoso Alí, que era primo de Mahoma, fue asesinado a instancias de otro beato, Muawiya, también pariente del enviado. Al parecer, el justo Muawiya quería vengar de ese modo la ejecución de Otman, yerno a su vez de Mahoma y liquidado en las disputas por el poder al fallecer éste. A través de la misma fuente supe que la cosa se complicó después. Fue cuando un grupo de bienaventurados decidió matar, con idéntico móvil, al hijo de Alí. Y que del enfado de los seguidores del último difunto ante apostolado tan expeditivo, habría surgido la herejía shií.
 
No obstante esas pequeñas disputas de familia, sunníes y shiíes siguen compartiendo el grueso de las enseñanzas del elegido; las que impartió en vida, cuando animaba a los suyos a asaltar caravanas a condición de que le reservasen una quinta parte del botín. De tal modo, al Sader, el del turbante que resiste en Nayaf, respeta la sura número cuatro del Corán; la que recomienda golpear a la esposa si es desobediente. Del mismo modo que se abstiene de poseer doce mujeres, número que el arcángel Gabriel reservó a Mahoma, y se limita a usufructuar las cuatro que el libro autoriza a los fieles. Ese santo varón comparte con mil millones de iguales el desprecio por las hembras. Por algo dijo el profeta: "No he visto a nadie más deficiente en inteligencia y en religión que vosotras", razón de que la mayoría de los habitantes del infierno sean mujeres, según confidencia del propio Mahoma.
 
Ante el virtuoso caballero que hoy dispara contra los marines en Nayaf, no hay alegre Zerolo que no recule de incurrir en apostasía. La razón estriba en que el misericordioso al Sader obedece todos los mandatos divinos. Incluido el que ordena: "A cualquiera que cambie su religión islámica, matadlo". Todo eso y más, pronto lo descubrirán nuestroszerolos. Porque Rodríguez está decidido a cumplir sus compromisos con los hijos del islam, y no les fallará. Con un poco de suerte, el próximo curso ya se enseñará en todos los institutos que Mahoma tenía especial querencia por España. Y los escolares podrán leer por sí mismoshadicescomo éste: "¿A quién saludas,¡ oh, profeta de Allah!? Y él contestó: A unos hombres de mi comunidad (musulmana) que estará en Occidente, en una isla llamada Al-Andalus. En ella el que esté con vida será un defensor y combatiente de la fe y el muerto será un mártir". Que Dios nos coja confesados.

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