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José García Domínguez

Iglesias no ha leído a Solé Tura

Dar a entender que el padre comunista de la Constitución era proclive al mal llamado 'derecho a decidir' demuestra una ignorancia de dimensiones enciclopédicas.

Dar a entender que el padre comunista de la Constitución era proclive al mal llamado 'derecho a decidir' demuestra una ignorancia de dimensiones enciclopédicas.
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Junto a la liturgia kitsch del canto coral de "L´Estaca", las viejas siglas del PSUC bajo las que se agruparan en su día los comunistas catalanes ocupan un lugar preeminente en la mitología personal del aspirante Iglesias, quien, como tantos otros de su generación, ha acabando interiorizando la falsa memoria idealizada de un tiempo, el de la lucha clandestina contra la dictadura, que por obvias razones de edad no pudo conocer en primera persona. Así, cualquier apelación al PSUC en boca de Iglesias viene a ser el equivalente contemporáneo del argumento de autoridad al que se aferraban los teólogos escolásticos cuando, para saldar alguna disputa metafísica, se remitían a la doctrina de Tomás de Aquino. Sin ir más lejos, en el transcurso de la exposición de su moción, y una vez llegados al capítulo catalán, el aspirante mentó las tesis de un conspicuo exponente de la derecha mercenaria, el hacedor de dictámenes Herrero de Miñón, pero no sin antes recordar que su genuino referente intelectual en la materia es, cómo no, el psuquero Jordi Solé Tura. Yo no dudo de que el líder de Podemos haya frecuentado la amena prosa literaria de Manolo Vázquez Montalbán, otro de sus iconos barceloneses de la época, pero, desde luego, del jurista Jordi Solé Tura no ha leído nada. Nada de nada, ni una línea. Eso salta a la vista.

Pues dar a entender, como Iglesias hizo desde la tribuna del Congreso, que el ponente comunista en la Comisión Constitucional que elaboró la Carta Magna era alguien proclive al mal llamado derecho a decidir solo demuestra un ignorancia de dimensiones enciclopédicas a propósito de cuál fue su verdadero pensamiento. Jordi Solé Tura, que jamás fue nacionalista, no solo se manifestó ajeno a los coqueteos de alguna izquierda local con el principio de la autodeterminación, sino que lo combatió de forma expresa en multitud de artículos teóricos. Piezas que, ya en vísperas de sentir los primeros síntomas de la cruel enfermedad que padeció en sus últimos años de vida, reunió en un libro, Nacionalidades y nacionalismo en España. Autonomías, federalismo y autodeterminación, obra de cuya existencia el postulante Iglesias, huelga decirlo, carece de la más repajolera idea. En ese texto, Solé Tura sitúa el derecho a la autodeterminación inserto dentro del único contexto que da sentido a su existencia y eventual ejercicio, esto es, la doctrina fijada por la Asamblea General de la ONU para los supuestos de territorios sometidos al dominio colonial por parte de otros Estados. Única y exclusivamente para esos supuestos.

Y es que Jordi Solé Tura, como buen marxista, no razonaba apelando a la lógica argumentativa de toda ideología nacionalista. Una forma de razonar, la de los nacionalistas, que parte de considerar como un axioma previo e indiscutible la existencia objetiva de la nación de turno, para luego, y sin solución de continuidad, pasar a exigir que se modifique el orden legal existente a fin de adaptarlo a esa entidad nacional previa que el nacionalista considera inamovible, inmemorial y eterna. En las antípodas de ese romanticismo impregnado de inequívocos aromas reaccionarios, sostiene ahí Solé Tura:

Aun suponiendo que el derecho de autodeterminación se entendiese como una consulta electoral en el territorio que aspirase a la independencia, es indudable que a esta consulta electoral sólo se podría llegar, o bien a través de un proceso insurreccional, o bien a través de una gran batalla política, con elementos insurreccionales por medio (…) Un conflicto de estas características no sería un choque entre la izquierda y la derecha, ni entre el progresismo y la reacción, sino un conflicto que atravesaría todas las clases sociales de España y que escindiría profundamente la sociedad (…).

Y acaba preguntándose con premonitoria lucidez si abrir esa caja de Pandora

significaría también la ruptura de todos los partidos, sindicatos y grupos de la propia izquierda.

Caro Pablo, en cuanto sus mociones le dejen un minuto libre, lea de una vez al profesor Jordi Solé Tura. Le hace falta como agua de mayo.

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