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José García Domínguez

Jueces antisistema

El discurso fascistoide del "No nos representan" ha sido elevado a doctrina canónica nada menos que por los togados de la Audiencia Nacional.

El discurso fascistoide del "No nos representan" ha sido elevado a doctrina canónica nada menos que por los togados de la Audiencia Nacional.

Los jueces españoles, que fueron serviles hasta la náusea con el dictador de antes, vuelven a ser serviles hasta la náusea con el dictador de ahora, que no es otro que eso que llaman opinión pública, un tirano anónimo mil veces más errático y arbitrario en sus caprichos que el difunto ferrolano. En España, es sabido, nunca ha habido muchos demócratas. Y ha bastado con que el peso de la crisis rasgara el fino barniz de civilidad sobre el que se asienta nuestro orden institucional para que haya vuelto a salir la luz el eterno cerrilismo celtíbero. He ahí el discurso fascistoide del "No nos representan", caldo gordo de esa cofradía antisistema que hoy hermana a la ultraderecha más acéfala con la extrema izquierda más tronada, elevado a doctrina canónica nada menos que por los togados de la Audiencia Nacional.

Es España, también es sabido, no hay tradición de depositar votos en las urnas, pero sí en cambio de asaltar hemiciclos. Desde el general Pavía al chusquero Tejero, lo de ejercer violencia bárbara contra los representantes electos de los ciudadanos es hábito que siempre ha contado con gran predicamento en la plaza. Nadie se extrañe, pues, de una sentencia que eleva a los altares del cívico proceder a los animalitos y animalitas que en su día cercaron el Parlament de Cataluña. Ocurre que todos los enemigos íntimos de la democracia, igual da que se digan fascistas, comunistas o populistas, comparten dos elementos omnipresentes en su discurso público: un relato que idealiza al pueblo, siempre adánico, puro e inocente en su proceder, y una deslegitimación constante de las instituciones propias del Estado demoliberal.

Exactamente la misma sopa boba ideológica que inspira cada uno de los 164 folios de la sentencia que nos ocupa. De ahí que para la Audiencia suponga anécdota jocosa que al diputado Josep Maria Llop, invidente por más señas, los animalitos y animalitas trataran de arrebatarle el can lazarillo en un arrebato de justicia revolucionaria. El pueblo, ya se sabe. Por lo demás, ciego es el diputado y ciegos han de ser los miembros de ese tribunal. Porque solo de una cofradía de ciegos podría salir el párrafo que justifica los desmanes asilvestrados del vulgo barcelonés en que "los cauces de expresión se encuentran controlados por medios de comunicación privados". ¿Privada TV3? ¿Privada TVE en tiempos de Zapatero? ¡Pero si hasta los canales privativos de la derecha más pía y formalita se dedicaron a retransmitir en riguroso directo la acampada de Sol durante días y días! Ah, los serviles.  

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