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José García Domínguez

Juventud, divina ignorancia

Tal inopia generacional revela que los jóvenes suben por completo inmunizados frente al agitprop de la prensa militante, valga el pleonasmo. Un rasgo de salud mental que acaso procedería celebrar.

Supongo avisado al lector de que ABC acaba de someter a un tercer grado demoscópico a los bachilleres recién salidos del horno de la Logse. Una pesquisa emprendida con el propósito de averiguar cómo anda de pericia democrática y saberes institucionales la chavalada patria; ésa misma que habrá de ser llamada a estrenarse en las urnas de aquí a un mes. ¿El resultado? Según sentencia mayoritaria del acné nacional, Esperanza Aguirre conjura los riesgos del ocio oficiando de portavoz del Partido Popular en el Congreso de los Diputados; Baltasar Garzón se gana la vida calentando el sillón del Fiscal General del Estado; Lorenzo Milá ejerce como flamante presidente de RTVE; el ministro de Industria y Energía responde por José Blanco; Rodríguez e Ibarra son los dos apellidos del actual mandamás de la Junta de Extremadura, et caetera.

Así las cosas, uno siente que debiera llamarse a algún desconsuelo ante tamaño alarde de erudición colectiva. Aunque, si bien se mira, el asunto no resulta tan grave. Muy al contrario, tal inopia generacional revela que los jóvenes suben por completo inmunizados frente al agitprop de la prensa militante, valga el pleonasmo. Un rasgo de salud mental que acaso procedería celebrar. Esa sórdida reyerta de muleros, la política contemporánea, no les interesa. Bien, no seré yo quien se lo afee. Están llamados a ser, sí, genuinos idiotas; esto es, moradores que responderán con su proceder a la etimología griega del término: los que viven ajenos a las ideas de la polis, atentos únicamente a sus afanes privados. Pero, a fin de cuentas, no han sido ellos quienes sometieron la vida colectiva a la grosera sentimentalización que hoy domina el discurso público.

Ni tampoco ellos los responsables de haber creado una comunidad adulta donde el don del raciocinio, antes indisociablemente unido a la condición de ciudadano, ha sido orillado por el tramposo sucedáneo de las emociones. Pensamiento político, argumentos, genuinas disyuntivas programáticas, ¿quién se acuerda aún de todo aquello? ¿Apelar a las ideas cuando conservadores y socialdemócratas practican los mismos, idénticos, recursos que cualquier product manager de Coca Cola en el rutinario batallar cotidiano contra sus iguales de Pepsi en los lineales de los hipermercados? ¿Ideología? ¿Quién sería capaz hoy de definirla? Juventud, divina ignorancia.

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