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José García Domínguez

Kosovo

Para esos cráneos privilegiados, lo sensato, encomiable y hasta patriótico debe ser que continuemos garantizando con las armas de nuestro Ejército la alegre impunidad de los separatistas kosovares, sólo porque así lo quieren los Estados Unidos.

Con esa expresión de atónito pasmo que adoptan los niños al acusar recibo de que los Reyes son los padres, Carme Chacón acaba de descubrir dos graves nuevas a propósito del universo mundo. La primera, que los países no tienen amigos permanentes, sino intereses permanentes. La segunda, traducida a toda prisa del inglés por el probo Bernardino León, que el Poder consiste en la capacidad de conseguir que los demás hagan lo que uno quiere y de evitar que hagan lo que ese mismo uno no quiere. Y es que, al fin, ha pillado la perpleja Carme qué significaba en puridad el obsesivo "Sí, podemos" del socialdemócrata Obama. Bienvenida sea, pues, Su Bisoña Excelencia al ingrato planeta de los adultos.

Por lo demás, apenas cabría una crítica al frustrado propósito de Zapatero por el que ella ha de dar ahora su fotogénica cara, ése de dejar plantada a la OTAN en un rincón de Serbia: que no lo hubiese manifestado antes. Mucho antes. Así, el mismo día que la banda de criminales de guerra conocida por UCHK proclamó de forma ilegal la secesión de la provincia de Kosovo, España debiera haber abandonado un territorio extirpado por la fuerza al país que ejercía legítimamente la soberanía sobre él. Aunque apenas fuera por mero instinto de supervivencia. Únicamente por eso.

No lo olvidemos, gracias a la extraordinaria lucidez estratégica que nos guió en la guerra de los Balcanes, cooperando con estúpido entusiasmo a destruir una nación que quedaba a sólo dos horas de avión de Madrid, ahora, la única Yugoslavia que resta en pie en todo el continente se llama... España. Urgía, por lo visto, sentar el precedente internacional que nos permita dar en su momento el paso definitivo hacia el abismo. Qué le vamos a hacer, somos así.

"¡Deserción! ¡Deserción!", grita el coro de los miopes incurables de la derecha, valga el pleonasmo. Para esos cráneos privilegiados, lo sensato, encomiable y hasta patriótico debe ser que continuemos garantizando con las armas de nuestro Ejército la alegre impunidad de los separatistas kosovares, sólo porque así lo quieren los Estados Unidos. Patético fenómeno a estudiar, ése de que, a día de hoy, haya más nacionalistas yanquis en Murcia que en Texas, en Coria del Río que Manhattan, o en Serrano que Main Street. ¡País!

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