Menú
José García Domínguez

La burguesía catalana no existe

ni Convergència es heredera de la Lliga, ni Pujol y Mas encarnan la versión contemporánea de un Prat de la Riba o un Cambó.

Los compungidos llamamientos de la vicepresidenta Santamaría a Artur Mas para que vuelva al redil institucional revelan lo muy errado que anda siempre Madrid con el asunto catalán. Esa asombrosa capacidad suya para nunca enterarse de nada tiene que ver, y mucho, con un poderoso mito decimonónico: la leyenda de la burguesía catalana. Es sabido, que igual que hay por ahí gente que cree en los marcianos, el Madrid con mando en plaza está convencido de la existencia de una entelequia que ellos llaman burguesía catalana. Aunque su genuino error es otro, a saber, el de llevar cerca de cuarenta años confundiendo ese espectro con el catalanismo político. Tanto a diestra como a siniestra, en la capital han querido comulgar con que Jordi Pujol y su movimiento, CDC, eran algo así como la expresión política de tal grupo social.

Todos los malentendidos mesetarios a cuenta de la cuestión catalana han partido de esa premisa equivocada. Porque ni Convergència es heredera de la Lliga, ni Pujol y Mas encarnan la versión contemporánea de un Prat de la Riba o un Cambó. Simplemente, no tienen nada que ver con todo aquello. Nada. Es lo que en La Moncloa y alrededores no han comprendido aún. La legendaria burguesía catalana dejó de existir en tanto que clase dirigente cuando la República. Desde entonces no es más que un pretencioso cero a la izquierda que añora sus viejas glorias en los salones del Círculo Ecuestre. En cuanto a Pujol, ni procedía de la genuina burguesía, ni representaba sus intereses. Y otro tanto cabe decir de Mas. No se puede comprender el nacionalismo catalán sin reparar en que alta burguesía y clase obrera nunca formaron parte de él. Jamás.

El movimiento de liberación nacional catalán siempre fue una cosa de tenderos, empleados de montepíos y viajantes de comercio. Lo fue y lo sigue siendo. Acaso definitivo, el último desencuentro entre Duran Lleida y el grupo rector de CDC exige ser interpretado en ese marco analítico. Y es que en la peculiar división del trabajo que se da en el seno de CiU, al llamado Grupo Parlamentario Catalán le toca ejercer de lobista en la villa y corte. En Barcelona, Mas se puede echar al monte con Junqueras y el Noi de la Chancleta, pero Duran tiene que seguir defendiendo los intereses del Dinero –con mayúsculas – en Madrit. No otra, por cierto, es la genuina razón de ser de Unió dentro de la coalición. Porque, a diferencia de la Ítaca del otro, el reino del oscense sí es de este mundo. Habrá divorcio.

Temas

En España