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José García Domínguez

La heroica resistencia de Cataluña contra Franco

He de confesar que durante años creí ser el único ciudadano de Cataluña ignorante de tal resistencia activa.

He de confesar que durante años creí ser el único ciudadano de Cataluña ignorante de tal resistencia activa.

Al modo de esos indigentes que exhiben sus llagas y póstulas por ver de despertar alguna compasión entre los viandantes, la televisión nacionalista anuncia un programa especial en horario de máxima audiencia sobre la "detención, tortura y condena a prisión del joven Jordi Pujol". Aunque desconozco si la hagiografía de urgencia tendrá algo que ver con el párrafo de la declaración de soberanía del Parlament que proclama: "La dictadura contó con una resistencia activa del pueblo y el Gobierno [sic] de Cataluña". He de confesar que durante años creí ser el único ciudadano de Cataluña ignorante de tal resistencia activa. De hecho, solo tuve noticia de ella cuando me lo empezaron a contar en TV3. Porque yo apenas acertaba a recordar algunas inofensivas misas en catalán como máxima hazaña insurreccional. Pero tiempo después supe que le ocurría lo mismo al propio presidente de la Generalitat, Josep Tarradellas. Tampoco él había tenido conocimiento de tan heroico asunto. Y así se lo confesó a Iván Tubau en memorable entrevista:

–Hay personas que usted tuvo en su gobierno cuando era presidente y que habían pasado años en la cárcel durante el franquismo.
–¿Quién?
–El Guti [Antoni Gutiérrez Díaz, dirigente del PSUC], sin ir más lejos.
–Sí, sí, de acuerdo. Lo aprecio y lo quiero mucho. Hay otro que también pasó dos años en la cárcel: Pujol. Dos. No sé si llegarían a media docena. Pero en este país hay seis millones de habitantes. Lo que pasa es que la gente de este país no quiere saber la verdad, quiere que la sigan engañando.

Todo esto me trae a la memoria la peripecia de un estudiante de doctorado que permaneció encerrado durante meses en la Filmoteca de la Generalitat provisto de extraños cachivaches ópticos de ignota utilidad. El estrafalario visitante insistía en pedir que le proyectasen una y otra vez las viejas cintas del No-Do que contenían el testimonio gráfico de las muchas visitas de Franco a Cataluña. Hasta que un día anunció que no volvería más, ya que desistía de continuar con su tesis. ¿El motivo? No había logrado descubrir ningún trucaje. Él juraba no entenderlo, pero aquellos fotogramas plagados de decenas de miles de catalanes aclamando con fervor al dictador eran… auténticos. Desoladoramente auténticos.

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