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José García Domínguez

La Pasionaria de Serrano

Cuando Zapatero amagaba con darle una oportunidad al sentido común y otra al rigor intelectual, irrumpen en escena los peronistas de todos los partidos prestos a representar el muy castizo espectáculo del bombero torero.

Teníamos a los comisarios del Partido Proletario, con el camarada González Pons a la cabeza, exigiendo todo el poder para los soviets de funcionarios y pensionistas; a Soraya, la Pasionaria de Serrano, rugiendo "¡No pasarán!" ante la mirada atónita de los cuatro bolcheviques reumáticos que aún habitan Izquierda Unida; a Feijóo repudiando, airado, los recortes impuestos por las potencias extranjeras a un Gobierno títere y cipayo; al subcomandante Arenas, vindicando igual la juerga presupuestaria frente al mezquino capital foráneo; y al de Pontevedra, ataviado para la ocasión con la boina de Largo Caballero, desbordando por la izquierda al mismísimo lucero del alba.

Sólo nos faltaba Curro Jiménez, navaja al cinto y trabuco en ristre, prometiendo sacarles el parné a los ricachones con tal de entregárselo al pueblo. Y en eso parece que anda ahora mismo el otro, según cuentan en los papeles. En fin, ya lo advirtió Larra, aquí, todo el año es Carnaval. Y todavía habrá quien continúe dándole vueltas a la matraca de que el Ejecutivo yace secuestrado por los sindicatos. Que se lo expliquen a esa legación del FMI, la que acaba de abandonan Madrid alucinada, aún sin discernir si se han reunido con el Polit Bureau de la Cuarta Internacional o con unos señores de traje y corbata que en su día cumplieran con las premisas de Maastricht. Así, cuando Zapatero amagaba con darle una oportunidad al sentido común y otra al rigor intelectual, irrumpen en escena los peronistas de todos los partidos prestos a representar el muy castizo espectáculo del bombero torero.

Los unos, armados con el ungüento amarillo de las finanzas, sencillas y milagrosas fórmulas para acometer el ajuste fiscal sin que contribuyente ninguno padezca el más mínimo dolor ni quebranto. Los otros, emulando las arengas de Evita a los descamisados en la Plaza de Mayo contra los "recortes de derechos democráticos". Los de más allá, revelándonos la nueva de que, en España, los servidores vitalicios del Leviatán resultan ser "los más débiles"... Camina el país al borde del precipicio y ellos, ajenos, persisten en lo de siempre, en sus pequeñas tretas de pícaros y el eterno tacticismo de vía estrecha, absortos en los juegos de salón del politiqueo capitalino. Sentido de Estado se llama la figura.     

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