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José García Domínguez

La puta y la Ramoneta

Que se ande con mucho cuidado Maragall con esos castellers que juguetean con fuego a su alrededor. Al final, si consiguen que prenda la pira, el primero en arder no va a ser otro que él mismo

La cultura popular catalana ha acuñado una frase hecha para economizar palabras cuando se quiera explicar que a la doblez moral le ha dado por aparearse con el cinismo. Para esos casos de embarazoso relato, la fórmula ofrece un ahorro inestimable de tinta. Así, basta con escribir que alguien está haciendo “la puta y la Ramoneta”, y todo el mundo lo entiende a la primera.
 
Ayer, la segunda autoridad del Estado en Cataluña, Josep Bargalló, consideró oportuno lanzar un aviso a navegantes. El primer consejero y portavoz del Gobierno de Pasqual Maragall, declaró: “Hay una amplia tradición catalana de manifiestos. Yo recuerdo, por ejemplo, otro de intelectuales firmado por el señor Amando de Miguel y el señor Jiménez Losantos”. Punto. Ese intelectual (suyo es el guión de La teta y la Luna, una incursión en el porno blando del director de Caniche, cinta de culto entre los aficionados a la zoofilia) no recuerda nada más. Nada. Ni un nimio detalle anecdótico. Ni uno. Bargalló: la puta y la Ramoneta.
 
Sin embargo, uno de tantos ex pistoleros de Terra Lliure que militan bajo sus órdenes en Esquerra Republicana de Cataluña, anda algo mejor de memoria que el jefe. En Las armas y las urnas, la hagiografía ilustrada del terrorismo catalanista, ese antiguo escamot acaba de exhibir un alarde de neuronas que habrá hecho babear de envidia a todos los Bargallós del partido. Resulta que el cronista literario de Terra Lliure y biógrafo autorizado de Puigcercós (sí, de Puigcercós) ha salido con un ramalazo a los Borbones: ni aprende ni olvida. De ahí que por él hayamos conocido los lectores la satisfacción con que esos chicos de ERC rememoran, aún hoy, la eficacia política del atentado contra el editor de Libertad Digital. Porque siguen orgullosos, y lo ponen por escrito, de que sus pistolas consiguiesen “neutralizar por muchos años” a los que ahora han osado volver a levantar la voz.
 
Y la historia ya se empieza a repetir. Igual que la otra vez. Calcada. Entonces, a la escalada de violencia verbal contra los firmantes, las putas y las Ramonetas de la época responderían como el par Maragall. Primero, con medias palabras. Después, con medios silencios. Siempre, guardándose muy mucho de hacer algún llamamiento público a sus descerebrados para evitar una agresión contra los disientes. Casi como hoy. Casi. Únicamente hay una novedad en aquel argumento sabido de memoria por todos: ahora, la Policía se cuadra ante Bargalló.
 
Cuando Albert Boadella y otros firmantes del Manifiesto que prefieren permanecer en el anonimato, están siendo amenazados personalmente, las palabras de la segunda autoridad del Estado en Cataluña sólo pueden ser interpretadas de un modo: como una intimidación. Otra más. Que se ande con mucho cuidado Maragall con esoscastellersque juguetean con fuego a su alrededor. Al final, si consiguen que prenda la pira, el primero en arder no va a ser otro que él mismo.

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