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José García Domínguez

La verdadera Ítaca es 'Madrit'

El Dinero catalán anda algo inquieto. Y no por la unidad de la patria, asunto que observa con exquisita equidistancia, sino por la del patrimonio.

El Dinero catalán anda algo inquieto. Y no por la unidad de la patria, asunto que observa con exquisita equidistancia, sino por la del patrimonio.

El Dinero (con mayúsculas) catalán anda algo inquieto estos días. Y no por la unidad de la patria, asunto que observa con exquisita equidistancia, sino por la del patrimonio. Resulta que ese cráneo privilegiado que responde por Artur Mas acaba de dar con la fórmula para aliviar el expolio fiscal de Cataluña: subir todos los impuestos a todos los catalanes. Por lo visto, al augur de la voluntat d’un poble se le antoja aún insuficiente que los aborígenes soportemos el tipo marginal del IRPF no solo más alto de España, sino uno de los más gravosos del mundo. En consecuencia, ha convenido con sus socios de la Esquerra consolidar el impuesto del patrimonio e incorporar a la lista otra media docena de nueva creación.

Y como todo dispendio se le antoja poco para construir la nación, igual ha acordado desenterrar el de sucesiones, tributo sobre la muerte cuya supresión había constituido la promesa estelar de CiU en la anterior legislatura. Los viajes a Ítaca, es sabido, salen por un ojo de la cara. La célebre interrogación metafísica de Pla – "I tot això qui ho paga?"– tiene, pues, respuesta: la broma secesionista la pagará quien tuviera ahorrado un duro, igual da que luzca vivo o yazca difunto. Así las cosas, mientras los argonautas de la Plaza de San Jaime siguen camino del Limbo, la pela, más prosaica, pondrá rumbo hacia Madrit.

El patriota Lluís Llach ya no se sentirá tan solo cuando vuelva a la capital de España para registrar sus fundaciones abonando al fisco la mitad que en el país petit. Miles de catalanes habrán de imitar su ejemplo a partir de ahora. Una sangría en ciernes para las arcas de la Generalitat. Repárese al respecto en que cada Gerad Depardieu local supone dejar de ingresar el cincuenta por ciento de su IRPF. Éxodo nada bíblico que, por cierto, refutará por la vía de los hechos una de las grandes necedades doctrinales de la izquierda hispana. A saber, la que pretende que siempre resulta progresista conceder más competencias a las administraciones territoriales y conservador recentralizarlas. He ahí ese impuesto, el de sucesiones, gabela que únicamente gestionada por el Estado volvería a devenir eficaz. Mientras tanto, la verdadera Ítaca será Madrit

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