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José García Domínguez

Pedro Sánchez o el aprendiz de demagogo

Con su muy frívola propuesta de manosear el 135, acaba de dejar entrever que no es sino un pequeño demagogo al uso, otro más.

Con su muy frívola propuesta de manosear el 135, acaba de dejar entrever que no es sino un pequeño demagogo al uso, otro más.

La demagogia política, es sabido, consiste en el arte rastrero de ofrecer soluciones que se saben falsas a un público que se sabe ignorante. El demagogo, también es sabido, siempre adorna su falsaria mercancía retórica con el atributo de la más extrema simplicidad. Y es que, para el charlatán político, todos los grandes problemas públicos resultan susceptibles de definitivo arreglo con fórmulas, las suyas, de sencillísima ejecución. Al punto de que hasta el más lerdo de sus seguidores se sentiría competente para llevarlas a la práctica en primera persona. Pues, en boca del demagogo, la pronta resolución de los más abstrusos conflictos de Estado resulta asunto de coser y cantar. Al tiempo, y por encima de cualquier otra consideración, el demagogo persigue la popularidad, de ahí que adapte siempre el contenido de su discurso a lo que el público quiere oír.

Con su muy frívola propuesta de manosear el 135, el debutante Pedro Sánchez acaba de dejar entrever que detrás de esos casi dos metros suyos no hay ningún político de altura, sino un pequeño demagogo al uso, otro más. Para el demagogo, decíamos ahí arriba, la triste incultura política y económica de su auditorio resulta fundamental: de ella vive. Así Sánchez, que ahora arañará unos cuantos votos a la pobre gente gracias a un arcano semántico, el que se esconde tras el concepto equilibrio estructural. Porque, contra lo que las plañideras orgánicas de la izquierda indocumentada no se cansan de predicar, el artículo 135 de la Constitución no eleva a rango de ley de leyes el dogma neoliberal del déficit cero. Esa cantinela mil veces repetida, simplemente, es mentira.

El déficit público, que por cierto no supone ningún pecado en tiempos de crisis, no está prohibido por artículo alguno de la Carta Magna. Y quien postule lo contrario o falta a la verdad de modo deliberado o es un analfabeto funcional. Porque la cuestión no se presta a la duda. Sépase, contra lo implícito en la oportunista prédica de Sánchez, que el monto de los estabilizadores automáticos (el coste financiero de los gastos sociales extraordinarios en que debe incurrir el Estado por razón de la crisis) no se contabiliza a efectos de calcular el déficit. Repito, no se contabiliza. Y por eso mismo se llama estructural al equilibrio resultante de excluir esas partidas de la factura del Estado del Bienestar en el saldo anual de ingresos y gastos. Ergo, ni la letra ni la música del secretario general del PSOE se compadecen con la verdad. Añoraremos a Zapatero.

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