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José García Domínguez

¿Y ahora qué va a hacer Mas?

Al contrario que los individuos, las instituciones del Estado, y el Parlamento de Cataluña no es otra cosa, poseen competencias, no derechos y libertades.

Al contrario que los individuos, las instituciones del Estado, y el Parlamento de Cataluña no es otra cosa, poseen competencias, no derechos y libertades.

El romanticismo de patio de colegio que inspira el proceder institucional de los catalanistas acaba de chocar con el sentido común jurídico del TC. Así, el Constitucional se ha visto obligado a perder un tiempo que no le sobra explicando obviedades del libro gordo de Petete a Artur Mas y sus muchachos, con el siempre histriónico Homs a la cabeza. Pues, al parecer, el presidente de la Generalitat desconoce que únicamente las personas son libres para actuar como les plazca con la única restricción de no traspasar los límites fijados en las leyes. Los poderes públicos, en cambio, carecen de libre albedrío. Al contrario que los individuos, las instituciones del Estado, y el Parlamento de Cataluña no es otra cosa más que eso, poseen competencias, no derechos y libertades.

Para gran asombro de don Artur y su muy ignaro escudero, ocurre que las instituciones no están legitimadas para hacer lo que les dé la gana, sino habilitadas para ejercer solo las prerrogativas previstas en la norma jurídica que en su día las creó. Por eso el Ayuntamiento de Albacete no puede decretar sanciones comerciales contra la Federación Rusa, ni la Diputación de Soria nacionalizar la banca previa votación de su pleno. Por lo mismo que tampoco al Parlamento de Cataluña le compete anular lo establecido en el artículo dos de la Constitución, a saber, que el titular único de la soberanía es el pueblo español. De patio de colegio, sí. Pero ha hecho falta un pronunciamiento del Constitucional para explicárselo. Y aún parece que no lo han entendido.

¿Qué harán ahora los niños del patio? Lo acaba de conjeturar en El País Joaquim Coll, el intelectual orgánico de cabecera de la actual dirección del PSC. En la certeza de que el Estado va a anular el proceso, Mas esperará a que, en septiembre, el hemiciclo local apruebe la nueva ley autonómica de consultas. Acto seguido, esto es sin dar tiempo material al Gobierno para que recurra la norma ante el TC, el Consejo Ejecutivo de la Generalitat emitirá el decreto convocando el referéndum. Gesto teatral para la galería que le permitirá a Mas cumplir con su promesa y, al tiempo, hacerse un hueco, él, un tecnócrata anodino sin el menor pedigrí, en el pequeño santoral catalanista. Después, claro, llegará el Constitucional con las rebajas y el asunto, como siempre, quedará en nada. Pero esa será otra historia.

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