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José Ignacio del Castillo

Inconsistencias repetidas

Algún lector ha tenido a bien dedicar parte de su tiempo libre a escribir una contestación referente a mis artículos “anti-ecologistas”. Aunque no tengo intención de entrar en polémicas inacabables con los lectores, sí me gustaría puntualizar algunas de las inconsistencias que nuevamente allí se repiten.

Supongamos que mañana un país cualquiera, por ejemplo Alemania, se vuelve loco y elige un gobierno radical verde y supongamos que dicho gobierno adopta las siguientes medidas. Primero: elevar el impuesto sobre los carburantes hasta dejar el precio de la gasolina en 1.600 pesetas/litro. Segundo: Prohibición de circular o incluso la confiscación, de todos aquellos automóviles que no sean eléctricos. Tercero: Prohibición de utilizar calefacciones que sean de carbón, gasóleo o gas natural. Cuatro: paralización absoluta de las centrales nucleares y quinto: Cierre de toda la industria siderúrgica de la cuenca del Rhur.

Es verdad que seguramente tales medidas convertirían a Alemania en el país menos contaminante del mundo. También es verdad que dichas medidas traerían la ruina a millones de familias, que verían cómo se evaporaban los ahorros invertidos en su automóvil o en la caldera de su casa, o cómo su trabajo (ni la mitad de productivo que hasta entonces) ya no podía ser remunerado decentemente.

Supongamos que dicho gobierno, no contento con las barbaridades realizadas, empezase a atacar al resto de países que no siguiesen sus pasos, tildándolos de peligrosos contaminadores. Y supongamos para mas INRI que antes de entrar en debates racionales, cualquier disensión fuese condenada como “oscuros intereses de lobbys petrolíferos y nucleares”.

Sin duda, el escenario presentado está algo exagerado. Sin embargo, los estatistas conocen bien que si introduces una rana viva en una olla de agua hirviendo, la rana va a saltar disparada inmediatamente. En cambio, si la introduces en agua fría y la vas calentando poco a poco, la rana acaba pereciendo hervida sin reaccionar. Insistiré una vez más. La histeria ecologista carece de sentido. Hace treinta años decían que el riesgo era el enfriamiento y hoy dicen lo contrario. Hace treinta años decían que se iba a acabar el petróleo y hoy se quejan de que esté barato. Los modelos climáticos en que se basan no están acertando ni de lejos y el nivel de contaminación del aire es cada vez menor.

Un apunte final. Creer que la cantidad de puestos de trabajo en el mundo es fija y que si se crean en un sitio es porque se destruyen en otro, sólo demuestra una completa incomprensión de los fenómenos de la economía.

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