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José Ignacio del Castillo

Los pobres les importan un pimiento

Entre toda la engañifa y la farsa organizada por el llamado “movimiento antiglobalización”, la principal mentira está pasando desapercibida. Me estoy refiriendo a la afirmación de que sus integrantes “están interesados en ayudar a los pobres”. No se trata tan sólo del hecho de que las ideas que defienden estos neocomunistas sean el camino más seguro hacia la miseria y el terror. Se trata de que la prosperidad o el sufrimiento de los pueblos les importan un pimiento. Aportaré algunas pruebas.

En los últimos años el país donde la miseria ha alcanzado cotas de gravedad mayor, viene siendo Corea del Norte. Las hambrunas se suceden allí, estimándose el número de muertos por inanición en una cifra que aunque difícil de estimar, es del orden de algunos millones de personas. ¿Han visto ustedes al movimiento antiglobalización siquiera protestar ante la embajada de dicho país, pidiendo la caída de un gobierno que ha llevado a tal situación a su población? Por supuesto que no. Como van hacerlo, si ¡ese es el modelo que defienden!

Si esta gente tuviese el mínimo interés por los pobres, investigarían los modelos económicos aplicados en aquellos países que desde el subdesarrollo absoluto han conseguido alcanzar la prosperidad en cuarenta o cincuenta años. El ejemplo sin duda más espectacular es Singapur. Con un crecimiento anual en torno al 9% sostenido durante algunas décadas, Singapur ha conseguido multiplicar por 30 su renta per capita. Para los legos, eso significa que donde antes el sueldo medio allí representaba el poder adquisitivo de 7.000 ptas al mes de hoy en día, en la actualidad el sueldo medio es superior a las 200.000. ¿Y qué ha hecho Singapur? Pues todo lo contrario de lo que defienden estos salvajes. Abrirse a la inversión y al comercio internacional de la mayor forma posible, tener unos impuestos tan bajos como para aparecer dentro de la lista de paraísos fiscales, e incluso perseguir manifestaciones de desorden y rebeldía tan inocuas como los pelos largos o la suciedad en la vía pública. Aunque personalmente considero que en algunos casos ciertas libertades individuales no son respetadas como debieran, lo que nadie negará es que si de lo que se trata es de mejorar a toda costa y de forma relevante las condiciones de los pobres, el modelo funciona.

Singapur no es un caso único. Los 36 millones de chinos de Hong Kong y Taiwán producían en 1994 más o menos la misma cantidad de riqueza que los 1.100 millones de chinos gobernados por los comunistas de la República Popular. Esos significaba que mientras los habitantes de Hong Kong o Taiwán tenían niveles de vida francamente buenos, las víctimas de la experimentación zoológica comunista se debatían en la indigencia. Lo bueno de casos como los de Corea –el Norte comunista terriblemente pobre y además tiranizado, el Sur anticomunista aceptablemente próspero–, China, Alemania –los anticapitalistas tuvieron que construir un muro para que la gente no pudiese escaparse– o Austro-Hungría, es que en ellos la comparación empírica es posible. Los resultados que arroja son tan demoledores que ignorarlos sólo puede significar ciego fanatismo y mala fe evidente.

Los primates antiglobalización –y sus simpatizantes– no están interesados en que las personas salgan de pobres en sí. Sus verdaderos motivos son la “revolución romántica”, la hostilidad contra los que prosperan de modo destacado y el sentirse bien por “estar haciendo algo por los pobres”. Isabel Patterson los comparaba con el deseo infantil de resultar premiado en la lotería con 500 millones, para repartir 400 y así conseguir ser apreciado por los mendigos que han recibido el donativo. Si al niño se le ofrece que en vez de ganar él la lotería, los pobres van a conseguir el dinero directamente mediante sus capacidades y que él no va a aparecer en la historia, el resultado incluso mejor, no le interesa en absoluto. Los ingenuos que tratan con guante de seda a estos tipejos, deben rectificar. Los pobres del mundo se lo merecen.

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