Resulta difícil explicar la eliminación de España de este Mundial de Brasil, después de la derrota ante Chile. Sin duda es una decepción grande, un fracaso que ahora toca analizar en profundidad. No ha sido la España que todos habíamos visto. Su columna vertebral no ha estado bien y da la sensación de que han llegado con poca preparación física. Han completado dos partidos malos y han estado irreconocibles.
Probablemente sólo hay una explicación a lo sucedido. Cuando las expectativas son tan altas, cuando vienes de ganar dos Eurocopas y un Mundial, cargas con una mochila demasiado pesada, más grande de lo que se puede pensar. La presión, la responsabilidad y la exigencia han sido una carga muy grande para el equipo. Cuando vas y nunca has pasado de octavos o cuartos, todo es más fácil que cuando todo lo que no sea ganar es una decepción.
Ni el más agorero hubiera pensado antes del Mundial que la selección se quedaría fuera después de dos partidos. Se abrirán muchos debates en torno a los jugadores, el seleccionador y el estilo. Pero las decisiones no deben tomarse en caliente. El equipo no ha estado a la altura, pero no se puede demonizar a nadie ni buscar culpables. La propia edad y el resultado de este torneo conllevarán la salida de algunos futbolistas, pero no se puede dar un giro radical.
No hay que buscar más culpables ni depurar responsabilidades. Es cosa de todos. El estilo no debería cambiar, lo que hay que intentar es llegar en mejor estado físico y analizar lo sucedido con una inesperada eliminación del campeón a las primeras de cambio. Y en eso también radica la grandeza del fútbol.