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José Luis Roldán

La Ocasión

Al final, tendremos que agradecer a la Ocasión que la buena estrella de Susana sea una estrella fugaz.

Es sabido desde los tiempos de Heráclito que la vida es, sobre cualquier otra cosa, cambio. Todas las humanas cosas están sujetas al rigor de la mudanza, y al capricho de la Fortuna. Cervantes, que lo padeció severamente, lo dejó escrito en La Galatea:

¡Oh miserable, humana, frágil suerte!
¡Cuán presto se convierte
en súbito pesar una alegría,
y sigue escura noche al claro día!
De la inestabilidad, de la mudanza
de las humanas cosas,
¿cuál será el atrevido que se fíe?

Y, antes, Jorge Manrique, ya lo advirtió:

Que bienes son de Fortuna
que revuelven con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una
ni estar estable ni queda
en una cosa.

No obstante, el hombre -que, según es fama, es el animal más contumaz de cuantos pueblan la tierra- sigue asombrándose ante lo necesario. Así pues, la actualidad se ocupa, sorprendida, del previsible y necesario retiro de dos momias vivientes, cuando, desde la razón, lo que invita al pasmo es cómo en la Andalucía del paro, la miseria y la corrupción el régimen es premiado con el favor de los votantes; o sea, la inexplicable inmutabilidad y permanencia de un régimen corrupto como el andaluz. Bergson, que se cansó de decir que no es el cambio lo que exige una explicación sino la persistencia, se cabrearía si nos viera.

En fin, hablemos, pues, de fortuna y de cambio.

La Fortuna -que, según Júpiter, es una loca borracha y disparatada- ha puesto sus ojos en Susana, la Suprema de Triana, para sustituir a Rubalcaba; y pudiera suceder que, cual basilisco, termine matándola de éxito de sólo mirarla.

Parece, por lo publicado, que casi todos los barones del PSOE desean el liderazgo de Susana. La quieren de secretaria general; aunque en el fondo, incluso inconscientemente, estén pensando en ella más como candidata a la presidencia del gobierno. O, mejor dicho, lo que verdaderamente desean no es ni siquiera a la candidata, de la que conocen su inanidad, su vacío absoluto, y su aptitud sólo y exclusivamente para el cacareo y el disimulo, sino lo que representa, el fenómeno.

Lo que fervientemente quieren es lo que ocurre en Andalucía y que ellos, erróneamente, focalizan o identifican en Susana; o sea, lo que anhelan con ahínco es sacar 10 puntos al PP en las elecciones generales. Y creen que para conseguirlo les basta con poner a la Suprema de candidata.

Se equivocan. Incurren en metonimia lacaniana. Ponen en Susana el objeto de su deseo, cuando lo que verdaderamente desean son los votos, el rebaño. Ponen los ojos en el perro, cuando lo que quieren son las ovejas. Son como el enterao capitalino del chiste; confundido con la oveja, se van a llevar en su lugar al perro. De risa.

Quienes han leído a Quevedo saben que conviene que a la fortuna la acompañe su fregona, esa gallega coramvobis y calva, la Ocasión. Y esta vez, para su desgracia -la de Susana- la criada se ha quedado en casa.

No es el momento. La fortuna, sin la ocasión, se ha mostrado ansiosa e impaciente; inoportuna. Hubiese sido mejor para Susana que todo esto ocurriera al cabo de unos años; los suficientes como para ganar unas elecciones en Andalucía y legitimar su liderazgo, liberada ya del lastre de IU; que aunque socios, también cotrincantes, perdón, quise decir contrincantes. Los suficientes para propiciar el fracaso de los Madinas y las Chaconas. Al parecer, no ocurrirá así, y será ella la estrellada.

¿O, acaso, después de Zapatero, alguien se la imagina de presidenta del gobierno?

Al final, tendremos que agradecer a la Ocasión que la buena estrella de Susana sea una estrella fugaz.

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