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José Luis Sardón

Macroeconomía y pobreza

La falta de orden político configura un panorama incierto en el que cualquier cosa puede pasar

En el Perú, los niveles de pobreza bajaron en la década pasada, pero luego volvieron a niveles superiores al 50%. La extrema pobreza, por otro lado, se mantiene cercana al 20%. ¿Por qué ocurre esto, si las políticas macroeconómicas son correctas?
 
La última edición del Seminario en Latinoamérica (SELA) de la Yale Law School estuvo dedicada al tema de la pobreza. Lo que allí se dice puede ayudar a comprender la situación peruana.
 
La persistencia de altos niveles de pobreza, por lo pronto, es característica no sólo del Perú sino de casi toda la región. En los últimos quince años, el único caso notable de reducción de niveles de pobreza es el de Chile.
 
En 1990, Chile tenía poco más de 40% de su población bajo la línea de la pobreza. Hoy sólo poco más de 20% lo está. La extrema pobreza, a su vez, se ha reducido del 13% al 7% en los mismos quince años. Según el destacado economista Harold Beyer, del Centro de Estudios Públicos, la explicación principal de este excepcional logro chileno radica en haber tenido un crecimiento económico de más de 7% anual promedio.
 
Este panorama es, pues, muy distinto al del Perú. Con el actual gobierno, la tasa de crecimiento anual promedio es de 3,6%: alta en comparación a nuestra historia económica, pero la mitad de la chilena.
 
El crecimiento chileno, además, no es cosa de los últimos cuatro años sino que se remonta a los últimos quince años. Por tanto, debe indicarse que sólo se logra reducir los niveles de pobreza si se tiene crecimiento alto y sostenido.
 
¿Cómo ha logrado Chile este crecimiento? Harold Beyer subrayó la importancia de políticas macroeconómicas adecuadas: estabilidad monetaria, apertura comercial y promoción de la inversión privada en todos los ámbitos de la economía.
 
Sin embargo, me atrevería a señalar que la explicación del crecimiento chileno no se agota en la macroeconomía. Una parte importante de tal explicación radica en la reforma de su sistema político.
 
En el propio SELA, el destacado profesor de la Yale Law School, George L. Priest, presentó una extraordinaria ponencia que brindó un marco conceptual más amplio para la reducción de la pobreza en el mundo. Según Priest, la clave para reducir los niveles de pobreza radica, principalmente, en la reforma institucional de los gobiernos de los países pobres. Estos gobiernos –poco representativos y poco responsables– mantienen hundidas a sus poblaciones.
 
En el caso chileno, no es sólo que el gobierno haya enfocado mejor su rol en la economía; además, ha resultado crucial la reforma de reglas de juego político que han enrumbado a Chile hacia el bipartidismo. A diferencia de ello, el Perú está lejos de contar con un sistema de partidos, en el cual se dé un contrapunto constructivo entre gobierno y oposición. Tenemos un Congreso fragmentado en más de diez grupos parlamentarios.
 
La falta de orden político configura un panorama incierto en el que cualquier cosa puede pasar. De hecho, estando apenas a siete meses de las próximas elecciones, no se tienen claras las opciones de gobierno.
 
Pero en el Perú no hay sólo una falta de orden político; más grave aún es la falta de orden público. El “arequipazo” de 2002 no sólo paralizó las privatizaciones sino que inauguró un estilo nefasto de protesta social.
 
Como consecuencia de ello, en la última encuesta nacional de Apoyo, Ollanta Humala se ubica en el quinto lugar de las preferencias ciudadanas, luego de Lourdes Flores, Luis Castañeda, Alan García y Valentín Paniagua.
 
A muchos ciudadanos, pues, la añoranza por el orden público les hace simpatizar con opciones como las que representa Humala. El autoritarismo de Humala les parece un detalle secundario.
 
Para lograr el objetivo universalmente compartido de reducir los niveles de pobreza, por tanto, deberíamos persistir en políticas macroeconómicas bien enfocadas, pero añadir a ello la reforma institucional de nuestro sistema político.
 
El Perú requiere un sistema político más representativo y estructurado.

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