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José Luis Sardón

No al voto electrónico

Cualquiera que tenga alguna idea de informática sabe cuán fácil es efectuar copias de seguridad de los sufragios electrónicos, para luego identificar entre éstos a los opositores. Hay que decidir: voto electrónico o voto secreto y, por tanto, libre.

En Perú, la Oficina Nacional de Procesos Electorales –ONPE–, con el revelador respaldo del Partido Nacionalista Peruano, viene promoviendo la implementación del voto electrónico. Sin embargo, se trata de una propuesta que ha tenido malos resultados en prácticamente todos los lugares donde ha sido aplicada. Los peruanos debemos aprender la lección y no aventurarnos por un camino tan arriesgado.

De hecho, el voto electrónico ha resultado la principal herramienta para facilitar la persecución política en la República Bolivariana de Venezuela. Con la coartada de modernizar la democracia, el Gobierno de Hugo Chávez lo estableció en el año 2004, utilizándose a partir de entonces en todos los procesos electorales. Como era previsible, el voto electrónico ha servido para registrar y etiquetar a quienes votan en contra del régimen como "opositores".

Dicha etiqueta afecta a todo el que realiza un trámite ante la administración pública –por ejemplo, renovar su pasaporte– y permite ponerle mil y un obstáculos. Sin embargo, afecta aún más a los funcionarios que se arriesgan a votar contra Chávez, quienes luego se ven despedidos con distintos pretextos. El gran temor hoy en Venezuela es aparecer en la "lista Tascón" –en homenaje al congresista chavista Luis Tascón, que la creó–, que consolida la relación de quienes votan en contra de Chávez.

Igualmente nefasta ha sido la experiencia con el voto electrónico en democracias tan maduras como la de Holanda. Allí el voto electrónico empezó a ser utilizado a inicios de la década de los 90. Sin embargo, luego de más de quince años de experiencia, Holanda decidió retornar al tradicional voto con papel y lápiz, al tener evidencias de que el voto electrónico terminaba siendo incompatible con el voto secreto, base del voto libre.

Es lógico que así sea. Cualquiera que tenga alguna idea de informática sabe cuán fácil es efectuar copias de seguridad de los sufragios electrónicos, para luego identificar entre éstos a los opositores. No hay manera de asegurar que no se realicen tales copias, puesto que ellas pueden efectuarse a través de redes inalámbricas y de forma simultánea al acto electoral mismo. Hay, pues, que decidir: voto electrónico o voto secreto y, por tanto, libre.

Los peruanos debemos considerar las consecuencias del voto electrónico y no escuchar a quienes, aprovechando las desafortunadas declaraciones recientes del presidente Alan García –en el sentido de que él podría impedir la elección de un candidato adverso a la inversión privada–, impulsen su implementación.

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