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José María Albert de Paco

Boadella y su punto de fuga

Tan sólo la inminencia de su retirada como director de Joglars templa su airado afán de seguir granjeándose enemigos, mejor cuanto más poderosos.

Tan sólo la inminencia de su retirada como director de Joglars templa su airado afán de seguir granjeándose enemigos, mejor cuanto más poderosos.

Los libros de Albert Boadella son tan efímeros como su teatro. Si en Adiós Cataluña el desaire a sus conciudadanos se esfumaba al calor de la vibrante y delicada declaración de amor a su esposa, la pintora Dolors Caminal, en su último trabajo, Diarios de un francotirador, ese amor sirve de suelo a un apasionado magisterio sobre el arte. Picasso? "Un pintor más bien discreto que supo aprovechar la coyuntura para hacer su agosto a costa del complejo general." ¿Tàpies? "Decir que sus manualidades son la más genuina representación de la nada y, además, de una nada fatua y pedante, es arriesgarse a pasar por un ancestro, un cateto o un reaccionario". ¿ARCO? "Infinidad de reportajes y cientos de artículos aparecerán en los días venideros para relatar, mediante un alud de panegíricos y disquisiciones, la más sórdida descripción de la nada". Y Caminal, claro, cuya sagacidad palpita en un recetario inmemorial que sirve tanto para elaborar mermeladas como para amonestar al propio Boadella o desgranar un chisme vecinal.

Son precisamente los desayunos con Dolors (inexplicablemente cursificada en ese ella del subtítulo) los que sirven de pértiga a Boadella en sus soflamas contra el antifranquismo, el nacionalismo o el animalismo. Tan sólo la inminencia de su retirada como director de Joglars templa su airado afán de seguir granjeándose enemigos, mejor cuanto más poderosos. A ese rompeolas melancólico se deben, en parte, algunos de los instantes más sobrecogedores del libro, y en particular los que recogen la porfía del dramaturgo en impregnar de alegorías del ocaso su último montaje original, 2036 Omena-G, en que una entidad bancaria organiza un homenaje a los supervivientes de una insigne compañía de cómicos que no es otra que Joglars. Se trata, en cierto modo, del mismo sarcasmo que reserva a sus demonios familiares, y que tiene su cumbre estilística en el fax que Madame Mamalú, regente del puticlub Sexgold, remitió a la redacción de La Vanguardia para que le fuera entregado a Oriol Domingo, redactor de la sección de Religión. Reciten conmigo:

Después de intentar localizarlo infructuosamente a través de la dirección y teléfono que usted anotó en la ficha de cliente de nuestro establecimiento...

En la obra que nos ocupalos acérrimos del boadellismo salvaje (pleonasmo) estamos de enhorabuena, pues al hit de Domingo se suma el de Lluís Prenafeta, exsecretario de Presidencia de la Generalitat en tiempos de Jordi Pujol, y que en 2009 fue arrestado por orden del juez Baltasar Garzón a raíz de la llamada Operación Pretoria. "Enterado problemas judiciales estoy con usted descojonándome de risa", reza el telegrama que le envía Boadella, y que fue atentamente (cor)respondido con un "Vagi a la merda".

La nota lúgubre de estos Diarios..., tal como su autor recordaba recientemente en un mano a mano con Rafael Álvarez el Brujo, concierne al paisaje catalán. El único que conoce Albert es el que pasa a toda velocidad entre la masía que guarece sus desayunos con Dolors y la estación de Sants, cuyos trenes vuelven a ser, 27 años después de que Joaquín Sabina lo dejara grabado, animales mitológicos que simbolizan la huida, la fuga, la vida... la libertad.

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