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José María Albert de Paco

El desviado

A juicio del consejero Vila, “los últimos 30 años han sido los mejores de la historia de Cataluña y de España”.

A juicio del consejero Vila, “los últimos 30 años han sido los mejores de la historia de Cataluña y de España”.

Los domingos suelo coincidir con el consejero de Territorio, Santi Vila, y su novio, el chef ítalo-brasileño Rafael Vertamatti, en la cola del cine Renoir Floridablanca, donde se proyectan películas leídas. Vila viste de manera desenfadada a la par que sobria, conforme al canon Guardiola pero sin ese estrepitoso sentido de la sencillez de quien, aún hoy, cree levitar sobre una pasarela de Antonio Miró. Ni siquiera en el modo como el consejero sostiene el, llamémosle, programa de mano del film, o en la forma como cruza el vestíbulo de la mano de su acompañante entre indisimulados arrullos parece haber una brizna de impostura.

Mas el cine Renoir no es la única plaza pública donde Vila ha mostrado (¿exhibido?) su sensibilidad para con el arte. El consejero nunca ha escondido su taurofilia, al punto de que el pasado verano se le vio en los tendidos de la plaza de Céret, el nouveau Perpiñán de los taurinos catalanes. (He estado tentado de escribir como-un-aficionado-más, pero he reculado ante la certeza de que ningún militante de CiU, uno de los grupos que alentó la prohibición en el Parlamento catalán, puede ya pertenecer al común de esa parroquia). En su acendrado recato, no obstante, se sacude la etiqueta de protaurino: considera, sencillamente, que sus conciudadanos disfrutaban de "la libertad de ir o no a los toros", que el debate "se ensució de apriorismos políticos" y que se saldó "con muchas incoherencias”, en alusión al blindaje de los correbous.

De su natural querencia al pactismo ha surgido el "comienzo de una hermosa amistad" con Ana Pastor. Después de todo, ambos, ministra y consejero, custodian el transporte por tierra, mar y aire, lo que les asemeja, siquiera por su condición de tratantes de salvoconductos, con los brumosos Rick y Renault. Mucho me guardaré de aseverar quién hace de Rick y quién de Renault, pues, siguiendo a Vila, cualquier asignación en tal sentido no haría sino ensuciar el artículo de apriorismos.

Por lo demás, estamos ante el único gobernante de CiU que, lejos de la supersticiosa ufanía de la mayoría de sus correligionarios, ha abogado fríamente por "la calma para evitar males mayores", bien entendido que, como él mismo ha admitido sin tapujos, "los últimos 30 años han sido los mejores de la historia de Cataluña y de España".

Y sin embargo.

Un hombre fino, libérrimo, sensato, al que cabe suponer amante de la comida y el cine de autor, que disfruta sinceramente del toreo y abjura, con grata elocuencia, de tensar hasta lo imposible la relación con España. Un hombre, en fin, con semejante vergel de atributos, viene consintiendo que el que lo que lo defina sea Cataluña, esto es, el más azaroso de todos, personificando a su pesar cuán desolador puede llegar a ser el nacionalismo, cualquier nacionalismo.

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