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José María Albert de Paco

Retrato español

La vida es resistir y que alguien te ayude. Ése era todo su programa, y no nos dimos cuenta.

La vida es resistir y que alguien te ayude. Ése era todo su programa, y no nos dimos cuenta.

La respuesta de los partidos al caso Bárcenas ha vuelto a evidenciar la hondura de la crisis política por la que atraviesa España. Ninguna de las formaciones ha presentado una sola propuesta alentadora o siquiera razonable, más allá de los vahídos de rigor y las habituales azotainas a la lírica, perfectamente condensadas en el triple volcán sobre el que, según Rubalcaba, se halla sentado Rajoy. El líder socialista se ha envainado la moción de censura ante la posibilidad de que fuera su candidatura a la presidencia lo susceptible de ser censurado. UPyD, el partido que, sobre el papel, está llamado a regenerar la política española, ha sugerido que la moción la encabece un candidato "de la sociedad civil", arrebato beppegrillesco que tiene de magenta el rubor que provoca. De IU, que pone el grito en el cielo por lo que considera un "secuestro de la soberanía popular", baste decir que hace un mes suscribió una declaración donde reconocía a los catalanes el derecho a decidir, esto es, donde desguazaba la soberanía del pueblo español; si de Cayo Lara dependiera, en suma, ya no habría nada que secuestrar. CiU, por su parte, ha intentado, al olor de la sangre, rebañar una consulta, sin que la incidencia en la vida pública española del tal Bárcenas, al cabo un señor de Huelva, importe a sus responsables lo más mínimo (¡y ello, je, pese a que uno de los hilillos lleva a dos canales de televisión independentistas!).

Con todo, el partido que peor ha respondido a la crisis es el PP, que ya será para los restos la pendencia de espumarajo del portavoz Alonso, o el forcejeo sesentero, de cuando nos echaban coca-cola en los fotogramas, con la cadena silábica ‘Bárcenas’, que pasó de apellido de Trece Rúe del Percebe a onomástica bíblica. Y Rajoy, claro, al parecer empeñado en parecer un político de esos a los que García, al filo de la medianoche, gustaba desollar. Días atrás, mientras leía el diario, una de mis hijas vio los SMS e intuyó que se trataba de algo importante. Aún veo su perplejidad al decirle yo que los había escrito el presidente. Que esa sintaxis dislocada era la que gastaba el hombre que mandaba en España, cuyas ideas, como es de rigor en estos casos, eran exactamente lo que parecían. La vida es resistir y que alguien te ayude. Ése era todo su programa, y no nos dimos cuenta.

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