Menú
Hace algunos años, cuando alguien decía que él no era político, o que era apolítico, todo el mundo daba por supuesto que esa persona era de derechas. Ahora, cuando alguien pronuncia la misma frase, la gente tiende a pensar que es una persona de izquierdas.
 
Se puede atribuir el cambio a que los ciudadanos (de izquierdas, obvio es decirlo) andan enfadados con sus representantes políticos. Es una hipótesis verosímil. No conozco a nadie en Madrid que no esté convencido de que Simancas ha mentido sistemáticamente desde la crisis de la Asamblea. Quien está convencido de eso también está seguro de que Simancas estaba ya mintiendo cuando pedía el voto para su partido en las anteriores elecciones. Quienes le votaron, y votaron a Tamayo y a Sáez, tienen razones para estar enfadados.
 
También se puede pensar que los progresistas no se identifican con sus representantes. Esta hipótesis tampoco debe ser descartada. Si tomamos al PSOE como referente político de la izquierda, está claro que los socialistas no se han enterado de nada de lo que ha ocurrido en Madrid en los últimos veinte años.
 
De las propuestas que hacen los socialistas en su campaña electoral, se deduce que tienen como target electoral un individuo extraordinario. Este individuo está hiperideologizado, tiene frescos los tics y los sobreentendidos del antifranquismo más angelical, no tiene ninguna responsabilidad y no tiene un duro: es pobre, pero pobre de solemnidad. Es más fácil encontrar vida en Marte que hallar un especimen de este género en el Madrid de hoy.
 
Finalmente, otra hipótesis para explicar por qué los antiguos izquierdistas se declaran apolíticos es suponer que esta gente ha pasado de la militancia al nirvana o al cinismo, que es lo mismo. Desengañados de todo, los antiguos progresistas dan por bueno un mundo que no les gusta. Con su apoliticismo, proclaman que esto no tiene solución. Sólo cuenta el bienestar privado.
 
Tal vez sean estos votantes los que busca Simancas. No está claro que su campaña sea la mejor para captarlos. Es una campaña basada en el resentimiento. Intentar alumbrar el resentimiento es un buen gancho para unas elecciones. Lo malo es que un resentido no es obligadamente un fracasado y la imagen que vende Simancas, y en última instancia Rodríguez Zapatero, es la de un fracaso.
 
Si alguien quería propiciar la abstención, no ha habido mejor manera de hacerlo. Es probable que la derrota del PSOE este domingo resulte aún más abultada de lo que sus fantásticas propuestas de última hora dejan suponer. Tal vez pronto veamos al actual líder del PSOE proclamando que él siempre ha sido apolítico. No le faltará razón.

En España

    0
    comentarios