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José María Marco

Cambiar para resistir

La crisis de gobierno tiene algo más de interés del que aparentan los ministerios en juego. Rodríguez Zapatero renueva algunas carteras sin demasiado peso político para dejar bien claro su voluntad de atrincherarse en los próximos meses.

El debate sobre el estado de la nación ha tenido consecuencias inmediatas, aunque parezcan –no lo son– de maquillaje. No podía ser de otra manera.

Por no mudar de costumbre, se discute quién ha ganado el famoso debate. En realidad, cabe dudar si hubo tal debate. Rodríguez Zapatero demostró como nunca su absoluta falta de escrúpulos, su casi segura incapacidad para el criterio moral, su disposición a cualquier cosa, literalmente, con tal de llegar o permanecer en el poder. Por muchísimo menos de lo que Rodríguez Zapatero ha hecho en estos años han tenido que dimitir jefes de Estado como Nixon, y otro –Clinton– estuvo a punto de ser sometido a un proceso de incapacitación. Se trata de medidas precautorias: los regimenes democráticos no resisten la mentira sistemática. De ahí la peligrosidad de un personaje como Rodríguez Zapatero.

Ante la monstruosidad, Mariano Rajoy optó por una línea de actuación entrada en un único asunto: insistir en la mentira sistemática practicada por Rodríguez Zapatero y ligar la acción de este con el fracaso del famoso "proceso de paz". A muchos les habría gustado que Rajoy ampliara el abanico de temas, o por lo menos que diera a entender que existen otros asuntos que no trató.

Es posible, pero en vista del grado de degradación al que ha llegado la vida pública en España, era imprescindible que el líder de la oposición planteara una enmienda moral a la totalidad de la acción de gobierno de Rodríguez Zapatero. Lo es para la futura política de un gobierno del PP, y lo es también para el conjunto de la nación española, que requería con urgencia un gesto de esta índole por pura cuestión de salud pública.

Además, en el terreno estrictamente político, Rajoy dejó claro que el éxito conseguido por los etarras y los separatistas, con la ayuda de Rodríguez Zapatero, agota la vida de este Gobierno. La idea de que la legislatura zapateril está acabada ha quedado fijada sin la menor duda en la opinión pública.

Por eso la crisis de gobierno tiene algo más de interés del que aparentan los ministerios en juego. Rodríguez Zapatero renueva algunas carteras sin demasiado peso político para dejar bien claro su voluntad de atrincherarse en los próximos meses. ¿Para qué? Para negar el diagnóstico de Rajoy, para satisfacer su vanidad y para continuar una política que él considera –probablemente con razón– no agotada todavía, como lo demuestra la figura del nuevo ministro de Sanidad: la fractura sistemática del electorado nacional en taifas, clientelas y enemigos. Eso es lo que nos espera en los próximos meses. Con el visto bueno de los etarras, claro está.

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