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José María Marco

Declaraciones reveladoras

En política cultural, el Gobierno del PSOE se ha estrenado volviendo a crear el Ministerio de Cultura. En las dos legislaturas del PP, unir este Ministerio con el de Educación llevó seis años porque la voluntad política no puede modelar a su antojo la realidad, ni siquiera la realidad administrativa. Veremos lo que sale de la nueva operación.
 
Pero la ministra ya ha indicado por dónde van a ir las cosas. Ha hecho declaraciones sobre el Museo del Ejército, sobre el Instituto Cervantes, sobre los precios de los museos nacionales. Dijo con toda claridad que iba a bajar el IVA de los discos y los libros. No era la expresión de un deseo. Era una decisión firme. Pues bien, el Ministerio de Cultura no tiene competencias en ninguno de estos campos. El IVA está regulado por Bruselas. El precio de la entrada a los Museos es competencia del Consejo de Ministros. El Cervantes depende de Asuntos Exteriores y el Museo del Ejército, de Defensa.
 
Parece que la ministra de Cultura no sabe bien de lo que está hablando, ni cuáles son las competencias que le corresponden. Tampoco habla de un detalle importante. Por ley, el uno por ciento de toda la obra pública se dedica a inversión en compra y conservación de patrimonio. Ese dinero estaba gestionado por un departamento de Fomento que, en comisión con la Secretaría de Estado de Cultura, realizaba y hacía públicas las inversiones. Este departamento ha pasado al nuevo Ministerio de Vivienda, que no tiene capacidad administrativa para gestionar estos fondos. ¿Qué pasará ahora con ese dinero? La ministra de Cultura lo querrá gestionar por su cuenta. ¿Se lo cederá Magdalena Álvarez, con quien la nueva ministra lleva muchos años de enfrentamiento enconado? ¿Lo cederá el gobierno a las Comunidades Autónomas? ¿Volverán los antiguos y añorados tiempos de opacidad y caciquismo?
 
El PP mantuvo una política cultural muy consistente en cuanto a inversiones en conservación y difusión del patrimonio y los museos nacionales. El volumen de compra fue mayor que el de ningún otro gobierno gracias a una buena gestión del uno por ciento cultural, pero también al déficit cero. Si vuelve la falta de disciplina presupuestaria, ya veremos lo que pasa.
 
La nueva ministra quiere importar el modelo de excepción cultural francés, que consiste en medidas proteccionistas y de apoyo a la cultura propia. También en este punto omite un detalle relevante. Los españoles tenemos el privilegio de expresarnos en una lengua internacional (la única, con el inglés). Nuestros productos culturales tienen un mercado natural de unos 400 millones de personas, además de todos los que conocen y hablan el español como segunda lengua. Esa es nuestra excepción cultural. Lo que a los españoles les conviene no son barreras ni subvenciones, sino salir a hacerse con este mercado, como ya han hecho los músicos.
 
Claro que la proclamación de la excepción cultural, tan destructiva para la cultura española, tiene otros objetivos. Primero, siembra la falta de seguridad y fomenta la envidia hacia quien es capaz de triunfar por su cuenta. Es la base misma del socialismo. Segundo, es un mensaje fuerte para las clientelas culturales del PSOE.
 
Aunque el PP integró el Ministerio de Cultura en el de Educación, no se atrevió a suprimir los programas y departamentos destinados a la propaganda (en particular el cine, el teatro y actividades recreativas y folklóricas varias). Como el sesgo político de estos departamentos es inevitablemente progresista, los gobiernos del PP pusieron al frente a personas que habían abdicado previamente de marcar la agenda cultural según un programa propio. Su único cometido era ganarse la simpatía del progresismo. No lo consiguieron nunca, como es natural. Estaban destinados a hacer de figurones simpáticos. Los depredadores progresistas los despreciaban, pero los halagaban para conseguir dinero o favores. Alguien tendrá que hacer algún día la psicología moral de los personajes de la política menuda dispuestos a aceptar este papel.
 
Pues bien, se acabó incluso esa pequeña molestia. Con sus declaraciones, en apariencia tan poco pertinentes, la ministra está marcando con claridad el terreno.
 

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