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José María Marco

La cena de la libertad

En 2003, y gracias a la acción de Aznar, España había conseguido un papel de primera fila con un esfuerzo mínimo, sin apenas coste en términos militares ni de inversión.

Atlas Foundation es una gran institución norteamericana que patrocina a institutos y organizaciones de muy diversos países para la investigación y la difusión de ideas liberales. El 9 de noviembre organizó una "Cena de la Libertad" en Washington, para celebrar la caída del Muro de Berlín. El historiador del comunismo Richard Pipes recordó a Ronald Reagan, John O’Sullivan, adjunto a Margaret Thatcher, evocó la figura de la gran conservadora liberal inglesa, un joven polaco, Stanislaw Wojtera, a Juan Pablo II. También fueron homenajeados los cien millones de personas muertas por el comunismo, y los que sufrieron y fueron martirizados por una ideología estúpida, absurda, fracasada desde su nacimiento, apta solamente para el dolor y para el mal.
 
El gran héroe de la noche fue sin embargo José María Aznar, que pronunció unas palabras al final del acto. Escribo héroe con plena conciencia de lo que digo. En Estados Unidos Aznar es un héroe auténtico por haberse alineado con la causa de la libertad y la democracia en condiciones extraordinariamente difíciles.
 
Para quienes conocemos de cerca la situación española, la actuación de Aznar revela también otra cosa. En 2003, y gracias a la acción de Aznar, España había conseguido un papel de primera fila con un esfuerzo mínimo, sin apenas coste en términos militares ni de inversión. Aznar apoyó la liberación de Irak por Estados Unidos por una cuestión de principios, pero también sabiendo que el solo gesto le valdría a España mucho más de lo que España podía aportar en términos prácticos.
 
De haber tenido un mínimo de responsabilidad y patriotismo, el Gobierno de Zapatero podía haber variado la posición de España sin destruir de raíz la posición de España en el mundo ni suscitar el desprecio del Gobierno norteamericano. Había formas de marcar una posición distinta a la del Gobierno de Aznar sin poner en peligro todo lo hecho antes.
 
Ahora a Aznar se le recibe en la Casa Blanca, merece un tratamiento de héroe por parte de grandes instituciones y habla en la Universidad de Georgetown, como lo hizo el 10 de noviembre, ante un público interesado por un político que supo ser fiel a sus principios y al mismo tiempo aprovechar una oportunidad de oro.
 
Si el cambio de posición del Gobierno español se hubiera producido de otro modo, ahora Aznar podría ser un buen emisario de España en Washington y aunque no representara las nuevas posiciones españolas, podría contribuir a mantener un nivel aceptable de amistad. Los americanos son sobre todo pragmáticos y entienden muy bien –más de doscientos años de experiencia– lo que es una democracia. Lo que también entienden muy bien es lo que significa la cobardía, la deslealtad y el diletantismo, rasgos sobresalientes del actual Gobierno socialista. Y no les gusta.
 
Comentario más detenido merece lo que dijo Aznar en Georgetown. Queda para la próxima.

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