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José María Marco

Política de agua, política nacional

Los aragoneses no sólo les van a acabar dando agua del Ebro sacrosanto. También van a contribuir, con el resto del Estado, es decir de todos, a pagar la

Costa, el gran Joaquín Costa quiero decir, siempre vio en la sequía o lo que hoy llamaríamos la desertización, uno de los problemas fundamentales de España. Fue una de sus más obsesiones permanentes. Había que encontrar la forma de llevar agua hasta la tierra seca para que fructificara. En su esfuerzo por convencer a sus compatriotas, Costa llevaba la metáfora, casi convertida en alucinación, hasta evocar en el agua la sangre misma de su país, y en el derroche del agua perdida en el mar la hemorragia por la que a cada instante se iba la vida de la patria.

Por motivos muy diversos, Costa se fue desencantando de la política. Sus propuestas se fueron volviendo cada vez más escuetas acabaron consistiendo en el mínimo contenido programático que cualquier partido nacional habría debido asumir. Al agua se sumaban la escuela y la despensa.

Hoy ya apenas se lee a Joaquín Costa. Menos aún lo harán en Aragón, su tierra, convertida en la finca de un partido troceado o al menos en apariencia, puesto al servicio de intereses particulares. Si los aragoneses creían que iban a primar los suyos por eso de que el Ebro es la columna vertebral de la región, el trasvase que no lo es les habrá hecho entrar en razón. Les han puesto al servicio de los intereses de los catalanistas del PSOE, rama autóctona del socialismo de Rodríguez Zapatero.

Pero los aragoneses no sólo les van a acabar dando agua del Ebro sacrosanto. También van a contribuir, con el resto del Estado, es decir de todos, a pagar la "conducción urgente de agua", que es como se llamará el trasvase. Trasvase, por cierto, que los de CiU, arrepentidos del apoyo que en su día prestaron al Plan Hidrológico Nacional, no consideran tal sino parte de una red. Las regiones, por lo visto, se emancipan en red. Menos mal que el Ebro no pasa por Madrid...

En el fondo, aquí de lo que se trata es de ir salvando los estropicios tácticos que causa una estrategia encaminada a dividir y a romper. Los aragoneses se han embarcado en este juego antinacional, y han acabado humillados y mudos. Ahora sí que podrán adherirse a lo que el historiador Tony Judt llama la "victimología comparada".

El único partido que hasta el momento ha mantenido en este asunto una posición consistente es el Partido Popular. Si no se deja enredar por la demagogia socialista ni en la carrera hacia el centro que les llevará al abrazo letal de los nacionalistas, tienen mucho campo para una oposición seria e incluso constructiva, como le gusta decir al equipo de Mariano Rajoy.

Pero hay otra cuestión: los mínimos programáticos de Costa, entre ellos el agua, fracasaban porque los partidos políticos de la época habían dejado de pensar en términos nacionales. Para sacar adelante lo que es de sentido común, como es que toda España pueda aprovechar el agua que es de todos los españoles, hace falta permanecer firmes en un proyecto nacional. Nacional español, quiero decir.

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