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José T. Raga

Al rábano, por la raíz

Si la calidad de la tierra lo propicia, la debilidad moral de algunos les llevará a corromperse.

Cogerlo por las hojas sería tanto como renunciar al fruto. A todos nos parecería natural que quien tuviera un manzano de mal fruto no cogiera y desechara todas las manzanas, pensando haber resuelto así el problema, sino que fuera a la raíz para descubrir qué enfermedad había podido contraer el árbol y cómo curarla, para que volviera a dar buen fruto.

Saliendo del mundo de los refranes y entrando en los hechos de cada día, no son pocas las ocasiones en las que problemas de una sociedad –sea en la familia, en la ciudad, en la nación o en el contexto supranacional– permanecen sin solución por la tendencia de quienes están llamados a resolverlos a andarse por las hojas, sin buscar su origen.

¿Qué ocurre cuando, en vez de un rábano o de un manzano, estamos ante una sociedad que padece una enfermedad grave? Que las autoridades –que en este caso equivalen al dueño del campo del rábano o del manzano– pretenden resolverla aplicando una terapia paliativa a los que la sufren, considerando terminado el problema social.

Comprobemos qué estamos haciendo hoy con una enfermedad social que llamamos corrupción, mucho más generalizada –ya tiene carácter de pandemia– de lo que los ciudadanos puedan pensar. Está presente en el ámbito de la acción política, pero también en las esferas económicas, profesionales, educativas, etc.

Unas nos sobresaltan más que otras, pero allí donde un sujeto está comprometido a hacer algo, y a hacerlo de un modo determinado, y no lo hace, siguiendo todo igual, se está produciendo corrupción. Cuando ésta acaece en el ámbito estrictamente privado, hay siempre un responsable cercano que la resuelve, no cortando las manzanas sino talando el árbol.

Pero ¿qué ocurre cuando la corrupción involucra lo público? Se me dirá que ya se procede judicialmente contra el corrupto –cosa que tampoco es siempre cierta–, y sobre él recaerá una sentencia que tampoco siempre es ejemplarizante. Pero, aunque lo fuera, estamos ante el dueño del manzano, que considera resuelto el problema cogiendo y desechando todas las manzanas.

Este problema no tiene su origen en el fruto sino en la raíz, y es más grave de lo previsto, porque el talado que se ha hecho tampoco ha tenido resultado, por lo que el problema estará, probablemente, en la tierra.

¿Tenemos una tierra propicia para la corrupción? Soy partidario de que la responsabilidad de la corrupción es del corrupto, pero si la calidad de la tierra lo propicia, la debilidad moral de algunos les llevará a corromperse.

Una sociedad en la que el sector público controla directamente la mitad, aproximadamente, de la actividad económica, y un porcentaje elevado de ese control se hace con gran discrecionalidad, es un terreno fértil para la corrupción. Reducir el tamaño reduciendo la oportunidad y establecer normas generales para que el poder se someta a ellas, evitando la discrecionalidad, sería abrir un camino para la solución; cambiar de tierra, para mejores frutos.

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