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José T. Raga

En los aledaños del 20-D

Ejemplos como Grecia o Portugal obligan a la reflexión. En el mundo real, lo que no puede ser no es.

Ya sé que hay opiniones y actitudes para todos los gustos. Desde los que, ante unas elecciones inmediatas, dicen con sinceridad: "Ya veré qué hago ese día", hasta los que no votan por principio, pasando por los que analizan pros y contras de los programas, posibilidades y mitos, y la fiabilidad de los que, de ser elegidos, tendrían que darles cumplimiento, etc. Son actitudes diversas, respetables todas ellas, aunque con distinta valoración democrática, social y política, que, por el momento, dejo sin calificativo.

Los hay que se dejan llevar por la simpatía de los candidatos, por la elocuencia en sus presentaciones y hasta por su aspecto físico, por su agresividad y mala educación, sin renunciar a valorar la propia indumentaria. Pocos son los que se adentran en los contenidos de los programas de gobierno y menos aún los que analizan coherencias e incoherencias en ellos.

Y si escasos son aquellos, más escasos son los que ponderan el realismo de las promesas electorales, para distinguir la probabilidad real de los hechos esperados, de aquello que sólo pertenece a fantasías o sueños extravagantes de un mercenario político.

Sólo los que se interesaron por la toma de decisiones, estudiando y valorando rigurosamente las propuestas, son los únicos que tendrán derecho, iniciado el gobierno resultante de las urnas, a decir con Ortega: "¡No es esto, no es esto!".

Los análisis demoscópicos de 2015, para bien y para mal, no son los de 1931, se puede esperar un mayor rigor científico hoy que el que se pudiera conceder a aquellas estimaciones del tiempo en que nuestro filósofo (éste sí de verdad) mostraba su desencanto y frustración. De ese supuesto mayor rigor es de donde procede mi preocupación, porque no creo que haya hoy menos sectarismo y menos radicalismo que los denunciados por Ortega en el treinta y uno.

¿Puede suponerse que la elevada variabilidad de las previsiones demoscópicas para el 20-D están basadas en procesos racionales? ¿Qué papel juega la emotividad en el elector? ¿La renuncia a la racionalidad y a la decisión sosegada se saldarán una vez más, como en 1931, con un "No es esto…"?

En unas elecciones generales están en juego los principios vitales de la propia sociedad, su capacidad para asegurar una convivencia pacífica; están en juego el bienestar de los ciudadanos y también la posibilidad de mejora del mismo; está en juego la libertad frente al yugo, que es tanto como decir la condición de ciudadanos frente a la de esclavos; está en juego, en el límite, el ejercicio de los derechos humanos en toda su extensión.

Ejemplos como Grecia o Portugal obligan a la reflexión. En el mundo real, lo que no puede ser no es. Una cosa son las especulaciones y otra bien distinta el juicio sobre programas cuantitativos: los económicos. Y cuando nos preguntemos de algo cómo se va a pagar, estemos seguros de que no se puede pagar o, de pagarse, lo será con grandes sacrificios sociales.

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