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José T. Raga

Estabilidad a golpe de metralleta

Tengo que llegar a 2010 para que se descubra un nuevo instrumento de lucha contra la inflación: al instrumento se le conoce como "metralleta" y ha sido descubierto por el chavismo bolivariano para frenar la subida de precios en Venezuela.

La vida, caprichosa como es, suele obsequiarnos con sorpresas, en ocasiones agradables y en otras con atributos menos aceptables por la voluntad del sujeto, pero, en cualquier caso, sorprendentes. En el día de hoy quiero referirme a una de aquellas situaciones o noticias sorpresivas, que avalan el viejo refrán castellano de que nunca te acostarás sin saber una cosa más.

La doctrina económica y los economistas en general hemos vivido en un cierto consenso de que la estabilidad de precios es deseable y que por ello, tanto la inflación como la deflación son situaciones a combatir con el fin de abrazar la estabilidad como objetivo de política económica. Es cierto que la pasión por los precios estables ha sido desigual entre los autores según las épocas, pero se puede afirmar que todos aceptan su bondad, aunque la fuerza para combatir las situaciones de precios en alza o precios a la baja se ha diferenciado de unos a otros.

Desde este principio, también la política económica ha considerado los instrumentos más variados pero que se engloban en dos grandes bloques de medidas: las de carácter monetario, que actúan sobre la cantidad de dinero que hay disponible en el sistema, restringiéndolo en momentos en los que los precios tienden a subir, o ampliándolo en aquellos en los que los precios tienden a bajar. Siendo así la política monetaria, una herramienta que puede ser eficaz para frenar la inflación o la deflación, según los casos.

El segundo bloque de medidas está constituido por las de carácter fiscal. Mediante la variación de los impuestos, se altera la renta disponible de los sujetos, bien en sí misma considerada –cuando nos encontramos ante impuestos personales; IRPF por ejemplo– o bien se altera la capacidad de la renta en términos reales, sin necesidad de variar la renta monetaria, cuando la actuación tributaria incide, a través de los impuestos indirectos, en el precio final de los bienes.

Además de estos dos bloques, que ambos actúan sobre la demanda, habría otra categoría, que dejamos para otro momento, que es la que lo hace sobre la oferta; esa que, al parecer, no le permite al Sr. Rodríguez Zapatero, dada su ideología, entrar en su consideración y que se centra en las condiciones del mercado de recursos.

Pues bien, dicho todo esto, tengo que llegar a los inicios del año 2010, casi cincuenta años después del comienzo de mis explicaciones universitarias de Economía, para que se descubra un nuevo instrumento de lucha contra la inflación: al instrumento se le conoce como "metralleta". Es el medio descubierto por el chavismo bolivariano para frenar la subida de precios en Venezuela.

El presidente Chávez, que ha demostrado cómo a través de una política populista y demagógica se puede llevar a la ruina a una nación rica, no ha tenido más remedio que poner al descubierto las cartas de su fracaso, por su incompetencia, por sus despilfarros y por el desorden jurídico, político, económico y administrativo en el que ha sumido al noble pueblo venezolano.

No ha tenido más remedio que devaluar el bolívar, pues la realidad económica no podía sostener más tiempo la ficción en la que estaba viviendo y, consecuencia de tal devaluación, se han encarecido subsiguientemente todos los productos de importación que, manteniendo sus precios en origen constantes, sufren un incremento notable al ser traducidos a bolívares en el mercado nacional.

Con el despotismo que le caracteriza ha prohibido las subidas de precios en el mercado, reprendiendo mediante las armas cualquier atisbo de aquellos incrementos, en cualquier comercio o centro comercial. Cierres de establecimientos, coacción generalizada y pánico ante la arbitrariedad de la medida se ha apoderado de un sistema que estaba herido de muerte desde el momento en que el presidente se propuso desconocer la realidad económica.

Debería ser materia para los Tribunales de Justicia el hecho de que quien es el causante de los males –caos en la economía que desemboca, por el momento, en una devaluación de la moneda– reprenda por la fuerza, cierre, incaute y coacciones a quienes no son otra cosa que sujetos pasivos de semejante desatino. La medida la anunció siguiendo su propio talante falsario y populachero: el control que están llevando las fuerzas armadas sobre los precios, a decir del presidente, se produce para evitar la especulación de los depravados empresarios capitalistas.

Sin embargo, mientras entretiene a la población con la vigilancia sobre los precios de los bienes más sencillos, no nos ha informado de los posibles movimientos especulativos a gran escala que quizá se hayan producido por los más cercanos a la presidencia, comprando dólares, euros, yenes, libras esterlinas, francos suizos, etc. al cambio previo a la devaluación, para venderlos cinco minutos después de ésta, al nuevo cambio fijado para la misma.

Cuando uno contempla semejantes dislates, no puede menos de preguntarse si estos personajes no serán la traducción al siglo XXI de lo que fueron las plagas de Egipto, tan profusamente narradas en el Antiguo Testamento. Sea lo que fuere, convendría que también en estos lares de la vieja Hispania se tomara nota rigurosa de dónde acaban las políticas populistas basadas en ideologías caducas y, aunque parezca contradictorio, carentes de ideas.

En Libre Mercado

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